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domingo, 3 de abril de 2022

CONSPIRACIÓN COVID de Pier Read - Primeras páginas

PRÓLOGO
La historia tiene unos orígenes lejanos. 
Estamos en el Triásico, hace unos 200 millones de años. 
El planeta está cubierto, en gran parte, por un mar poco profundo que presenta en algunas zonas unas lagunas y calas donde el agua se ha convertido en un auténtico caldo de cultivo rico en compuestos orgánicos. 
Pasan los años, los siglos, los milenios. La bazofia ha producido la vida que se manifiesta en distintas formas, que va desde aquellas unicelulares pasando por formas de aglutinación más complejas, hasta auténticos seres vivos.  Este es el ambiente en el que progresé. 
Me llamo Venux, formo parte de una colonia de mis iguales; nosotros los virus nos movemos siempre en colonias. El nuestro es un organismo sencillo pero complejo al mismo tiempo. Estamos dotados de inteligencia, si la podemos definir de esta manera, ya que llevamos a cabo tareas que se han sedimentado y memorizado dentro de nosotros y que sólo un ser inteligente puede cumplir. 
Nos hemos desarrollado adaptándonos al ambiente. Durante un largo período nos vimos obligados a escondernos bajo la espesa capa de agua y lodo para huir de los letales rayos ultravioleta que hacían estragos sobre la superficie del mar. 
Mientras tanto los milenios pasan. Observamos que Madre Naturaleza sigue adelante sin parar permitiendo la evolución de seres que se adaptan a las cambiantes condiciones ambientales. 
Las especies que no se aclimatan desaparecen enseguida, las más adaptables resisten, para ser, a su vez, sustituidas por otras todavía más resistentes. 
Es una lucha continúa donde el más fuerte o el más adaptable vence y se multiplica, se reproduce y coloniza los espacios. Los otros son aniquilados y dejan rastros de su paso sólo en los fósiles que un día harán enloquecer a los estudiosos. 
Nuestra especie, que un día unos frágiles y extraños bípedos llamarán Covid 19 o Coronavirus, tiene a sus espaldas millones de años de evolución. Nos hemos reproducido millones de veces durante las cuales hemos perfeccionado nuestros mecanismos de supervivencia. 
Estamos buscando un organismo complejo dentro del cual instalarnos. 
Por desgracia Madre Naturaleza no nos ha suministrado los medios para podernos mover autónomamente. Nuestro cuerpo es fuerte pero delicado al mismo tiempo. 
Necesitamos un animal que actúe como protección y como medio de transporte. 
Finalmente, después de infinitos intentos, todos acabados mal para el animal donde habíamos buscado refugio, el cocodrilo ha resistido perfectamente, es más, no se ha dado cuenta de nuestra presencia. 
Para nuestras exigencias es el mejor alojamiento posible. 
Es un animal que vive tanto en el agua como sobre la tierra, respira, algo esencial para nuestra supervivencia; el aire que el reptil introduce con la respiración es el mismo que nos permite permanecer vivos. 
En los otros organismos en los cuales nos hemos introducido siempre hemos puesto en crisis su sistema respiratorio causando su muerte y, por lo tanto, también la muerte de la colonia que allí se había instalado. 
Pasan más milenios, infinitas colonias nuestras se han instalado dentro de las vías respiratorias de los cocodrilos, los cuales representan también un excelente refugio y protección. 
La confirmación de la validez de la elección ha tenido lugar en ocasión de una tempestad de rayos cósmicos que ha decretado el fin de muchas especies de seres vivos. Los cocodrilos han escapado a la matanza refugiándose bajo el agua, emergiendo sólo para respirar. De esta manera incluso nuestras colonias han sobrevivido. 
Pasan muchos millones de años, estamos en el Jurásico. 
Nuestro refugio se ha demostrado cómodo y bien ventilado, el animal se mueve a menudo, permitiendo a nuestras colonias llegar hasta otros cocodrilos, cuyas vías respiratorias todavía no están ocupadas. 
Sobre la tierra firme están desarrollándose los dinosaurios, animales que de milenio en milenio se están volviendo cada vez más grandes y aparatosos. 
La evolución de muchas especies se ve obstaculizada y, de vez en cuando, impedida por la presencia de estos gigantes. Los cocodrilos, en cambio, escapan a su dominio ya que, en caso de necesidad, se refugian en las aguas de lagunas fangosas. 
Desde hace unos milenios han comenzado a circular los mamíferos. Son extraños animales que amamantan a sus crías. 
Son pequeños, viven dentro de cavernas excavadas en el terreno y, por lo general, se alimentan de raíces, de tubérculos y, de vez en cuando, de unas pocas lombrices que consiguen capturar. 
Llega el Cretácico. 
Los dinosaurios llegan a su máximo desarrollo. Están dominando toda la tierra firme, muchos de ellos evolucionan, modifican su modo de vivir, algunos realmente llegan a ser colosales. 
Desde nuestro refugio dentro de las vías respiratorias de los cocodrilos observamos el planeta y cómo ha cambiado con respecto a la época de nuestros orígenes. 
Los dinosaurios no tienen enemigos capaces de impedir su desarrollo, a excepción de unos pocos de ellos que, con el tiempo, se han convertido en carnívoros. 
El planeta está prácticamente ocupado por estos obtusos gigantes. 
Devoran cantidades impresionantes de vegetación, comen brotes frescos que consiguen atrapar gracias a sus larguísimos cuellos, abaten árboles con el simple movimiento de la cola. Sus excrementos son tan ácidos que logran destruir cualquier vegetal con el que se ponen en contacto. 
Su presencia es tan invasiva que no permite la diversidad, donde están ellos, sólo unas pocas especies encuentran espacios marginales para sobrevivir. 
Por donde pasan ellos dejan destrucción, convierten el terreno en árido y muerto; transcurren mucho tiempo en las aguas de los ríos que convierten en turbias e imbebibles para todas las otras especies vivas. Contaminan el ambiente impidiendo la biodiversidad. 
Madre Naturaleza nos ha creado para hacer posible la diversidad de las especies, nosotros representamos, de alguna manera su brazo armado
La situación creada por los dinosaurios se ha convertido en insostenible. 
Estamos convencidos de que Madre Naturaleza nos ordenará intervenir. 
Finalmente la orden llega. 
En pocas semanas nuestras colonias se multiplican y transportadas por los cocodrilos llegamos a los lagos y los ríos donde a estos gigantes les gusta estar. 
Nuestro ataque es rápido y letal. 
Entramos en sus vías respiratorias. En unos pocos días los gigantes ya no consiguen respirar, sus aparatos respiratorios están como calcificados y por centenares, luego por miles, finalmente millones de ejemplares se desploman en el suelo, muertos. 
Es una matanza de dimensiones inimaginables. 
Montañas de carne permanecen pudriéndose bajos los cálidos rayos del sol. El gas que se produce por su descomposición hace que el aire se sature de metano de tal modo que crea un efecto invernadero que hace aumentar la temperatura media del planeta. 
Deben pasar siglos antes de que todo vuelva a la normalidad
Los dinosaurios han desaparecido completamente del planeta Tierra. 
Estamos orgullosos de haber llevado a cabo la tarea para la cual Madre Naturaleza nos ha creado. Nuestro objetivo es eliminar posibles especies de seres vivos que intenten monopolizar el planeta, que quieran dominarlo y, sobre todo, que echen a perder el Medio Ambiente. 
Si en el futuro otra especie quisiera repetir el error de los dinosaurios, si creyese ser la dueña del mundo y de sus recursos y si manipulase o modificase el medio ambiente, nosotros estaríamos preparados para intervenir. 
Pasa sólo un milenio, el planeta sufre un acontecimiento catastrófico. 
Un meteorito, un gran cuerpo rocoso, se abate sobre la sutil corteza terrestre. 
Los efectos son terribles, en el mar se producen olas de una altura de centenares de metros que azotan la tierra firme. Después del impacto espesas nubes de polvo impiden que los rayos del sol lleguen al suelo que, por lo tanto, se enfría; gran parte de la vegetación desaparece y muere. 
Son necesarios muchos siglos antes de que los pocos seres supervivientes al terrible acontecimiento astral consigan salir de sus refugios y, tímidamente, comiencen de nuevo a colonizar el planeta. 
En un futuro lejano se tenderá a creer que la extinción de los dinosaurios haya sido obra de la colisión con el asteroide. En realidad, éstos ya se habían extinguido antes, a causa de nuestra intervención. 
Nosotros, Venux, hemos conseguido sobrevivir a la catástrofe cósmica. 
Nuestros amigos cocodrilos han superado la crisis refugiándose en el agua cuando lo necesitaron y saliendo cuando las condiciones lo permitían. Naturalmente no todos escaparon a la catástrofe y, por lo tanto, también nuestras colonias fallecieon junto con ellos. 
Pasan otros miles de años. 
Madre Naturaleza está preparando una alternativa a los cocodrilos que, si bien han demostrado ser perfectos para alojarnos, no son suficientes. 
La alternativa la constituyen los murciélagos, en cuyas vías respiratorias conseguimos proliferar en un ambiente protegido, incluso porque esta especie transcurre los días en las cuevas, por lo tanto, a salvo. Si ellos están a salvo, también lo estamos nosotros. 
Han pasado más de sesenta millones de años desde el ataque a los dinosaurios. 
Nuestras colonias no han encontrado otros alojamientos tan confortables y protegidos como los cocodrilos y los murciélagos. 
Durante este largo período de tiempo sólo una vez hemos sido reclamados por Madre Naturaleza para intervenir contra una especie de pequeños y famélicos roedores. Éstos habían invadido el planeta, destruyendo y devorando todos los árboles hasta las raíces, comiendo las verduras, la fruta, hasta los arbustos espinosos. 
Como siempre, nuestra intervención ha sido rápida y letal. 
Un nuevo mamífero está manifestando actitudes y capacidades insólitas. 
Es un bípedo feo y pelado que poco a poco está poblando gran parte de la tierra firme. 
En su largo proceso evolutivo ha cambiado de aspecto, color de la piel y otras características que lo convierten en único entre los mamíferos. 
Tiene actitudes singulares, se comunica con sus semejantes utilizando los sonidos que emite desde su boca. 
El comportamiento del bípedo, al que llamaremos Homo, cambia continuamente, hace poco descubrió los beneficios del fuego, un extraño fenómeno que nos preocupa. 
El bípedo, en cambio, ha aprendido a dominarlo y a usarlo, tanto para superar las noches frías como para cocinar la carne que de esta manera se convierte en más tierna y digestiva. 
Nuestro instinto ancestral nos dice que este Homo podría representar una novedad absoluta o ser un experimento de Madre Naturaleza que quizás quiere probar un nuevo modelo de ser vivo. 
Pasan muchos milenios, la especie Homo se ha extendido de forma generalizada en casi toda la tierra firme. Durante la colonización ha modificado muchas de sus características. 
Se ha adaptado al medio ambiente de manera extraordinaria, es blanco en algunas zonas, negro en otras o amarillo en otras. 
Su capacidad de adaptación es única, modifica su comportamiento en función de las condiciones ambientales donde vive. 
Durante muchos milenios se ha movido de un sitio a otro. 
Se queda en una zona hasta que ésta le brindaba comida para sobrevivir, hasta que los vegetales, las verduras, los frutos satisfacían sus necesidades para, a continuación, moverse a otras zonas. De todos modos, las migraciones sucedían a lo largo de los ríos o en zonas no demasiado alejadas de los cursos de agua. 
Desde hace unos pocos milenios el Homo ha inventado un artilugio, la rueda, que será la base y el eje de futuros e increíbles cambios. 
Nuestro veredicto es que el Homo es un ser vivo débil y sin preparación para competir con los otros seres vivos que ocupan el mismo territorio. No es rápido, no tiene colmillos, no tiene garras, a pesar de todo está comenzando a dominar las áreas donde se instala. 
Desde hace poco ha dejado de moverse de un lado a otro, la presencia de ríos o riachuelos ha inducido a algunos grupos a instalarse en sus cercanías transformando su vida de nómada en sedentaria. 
Comienzan a surgir grandes centros habitados que atraen constantemente a más individuos. 
El Homo ha comenzado la lenta, pero invasiva, modificación del medio ambiente. 
Es la primera vez que una especie intenta adaptar el medio ambiente a sus necesidades. 
Desde nuestro punto de vista se trata de una evolución terrible, quiere decir que el medio ambiente está en peligro. 
Nosotros, Venux, observamos todos sus comportamientos y comenzamos a preocuparnos. 
Desde hace unos milenios el planeta Tierra se ve afectado por periódicos fenómenos de glaciaciones. 
En los últimos doscientos mil años se han verificado muchos de ellos durante los cuales los mares han disminuido incluso cien metros, dado que mucha agua ha sido succionada para convertirse en hielo. 
Está en curso uno de estos acontecimientos. Las tierras emergidas en parte están cubiertas por un estrato de hielo que en algunas zonas supera el kilómetro de grosor. Su peso es tan alto que ha provocado una inmensa presión sobre la sutil corteza terrestre. 
Para nosotros, Venux, es un período de difícil supervivencia. 
Muchos cocodrilos han muerto porque el agua de los ríos que representa su medio ambiente ideal se ha solidificado, frenando cualquier posibilidad de vida. 
Lo que nos asombra es que el animal menos equipado y preparado, el Homo, en cambio, está resistiendo bien el terrible frío. 
Muchos grupos se han trasladado a zonas menos frías, han aprendido a cazar con método y de la caza extraen la carne de la que se nutren y las pieles con las que se protegen. 
La glaciación dio lugar a la bajada del nivel del mar, de esta manera los bípedos, en su continúo afán de explorar nuevos territorios, han atravesado desniveles ahora secos, un tiempo recubiertos por los mares. 
De este modo ha poblado también territorios que normalmente eran islas imposibles de alcanzar. Este ha sido uno de los efectos colaterales ligados a las glaciaciones, sin las cuales muchos territorios nunca hubieran sido poblados. 
En un futuro lejano muchos Homo se preguntarán cómo ha sido posible que territorios aislados hayan podido ser ocupados por sus antepasados. 
La respuesta es sencilla: debido a las glaciaciones. 
El final de las glaciaciones es una liberación incluso para nosotros, Venux. 
Los dos animales que nos acogen han recuperado su normal ciclo vital, han vuelto a vivir otra vez en territorios que ocupaban antes de la llegada del hielo. 
El comportamiento del bípedo Homo se controla cuidadosamente, ahora ya está claro que este mamífero tiene unas características muy especiales, quizás incluso peligrosas para las otras especies de seres vivos y también para el medio ambiente en general. 
Madre Naturaleza nos ha dado un bonito quebradero de cabeza permitiendo a un bípedo de esta clase proliferar. 
De todos modos, por ahora la situación está bajo control. 
A pesar de su incuria por lo que le rodea, con tal de obtener beneficios inmediatos, los daños que crea este ser pequeño y feo, pelado y arrogante todavía se pueden reparar sin el esfuerzo de Madre Naturaleza. 
Hay situaciones y comportamientos realmente inaceptables; si dependiese de nosotros, Venux, ya habríamos intervenido eliminando a este monstruo. 
Desde hace unas décadas hay grupos de Homo que practican un tipo de caza imposible de aceptar. 
Rodean las manadas de herbívoros prendiendo fuego al prado de tal manera que asustan a los animales y, en fin, utilizan ramas resinosas encendidas, empujan a las manadas de centenares de animales dentro de profundos agujeros o barrancos. 
Es un tosco sistema que hace que mueran, entre atroces sufrimientos, muchos animales, de los que, a continuación, los bípedos extraen sólo pequeñas partes para las necesidades alimentarias de unos días. 
Los bípedos no dejan de asombrarnos. 
Desde hace unos siglos se ha instalado en las orillas de grandes ríos, sobre cuyas orillas ha comenzado a edificar edificios utilizando piedras, convenientemente trabajadas. 
Además, en las inmediaciones de estos centros urbanos ha descubierto el cultivo de algunas semillas, que si son enterradas, después de unos meses se reproducen, multiplicándose. 
Ha nacido la agricultura. 
La posibilidad de obtener la comida cultivando el terreno estando cómodamente alojado en sitios fijos dio un fuerte impulso al aumento del número de individuos de la especie. 
Su presencia, aunque ahora ya la especie ha asumido formas y colores muy distintos entre ellos, se ha difundido por todo el planeta, incluso las áreas más inhóspitas pueden incluir grupos de este bípedo. 
Los hay amarillos, negros, blancos y toda una serie de matices intermedios de color de piel. 
Todos tienen un común denominador: pertenecen todos a la misma especie, son todos Homo, aunque algunos creen ser más Homo que otros. 
Grupos de Homo han comenzado a intimidar y ejercitar el dominio sobre otros grupos recurriendo a la violencia, el carácter feroz de algunos prevalece a costa de otros. 
En el momento oportuno ya pensará Madre Naturaleza en restituir el buen sentido a los bípedos que, mientras tanto, se han convertido en arrogantes, procediendo a nivelar también a aquellos que al mismo tiempo piensan que son unos privilegiados. 
Por el momento Madre Naturaleza no parece que quiera intervenir. 
Pasan los años y pasan los siglos. 
Todos los continentes del planeta están poblados. 
Los Homo se han distribuido por todas partes, no existe un territorio donde no haya un grupo de bípedos arrogantes y feroces. Están preparados para desencadenar agresiones, eliminar a sus semejantes, modificar el medio ambiente, talar árboles seculares, matar animales y otros actos terribles. 
Las poblaciones se han desarrollado numéricamente y sobre todo parece que hayan encontrado nuevos estímulos, han comenzado a ocuparse del arte. 
Algunos de ellos han creado y están impulsando auténticos centros de instrucción, de los que salen artistas capaces de trabajar la arcilla para obtener artículos de ejecución exquisita, incluso otros han aprendido a esculpir el mármol para obtener reproducciones muy parecidas a los seres humanos. 
En una localidad, que un día se llamará Atenas, ha tenido lugar un auténtico accidente que ha involucrado a algunas colonias modificadas
Durante los últimos siglos, muchos de nosotros hemos sufrido unas variantes que han modificado profundamente nuestro modo de ejercer el control para el que hemos sido criados. 
Las colonias en cuestión, en un cálido verano, salieron de las vías respiratorias de un grupo de cocodrilos que estaban al fresco, semi sumergidos en las aguas de un río. 
La salida de las colonias de su refugio natural tuvo lugar en un momento en el que en las orillas del río había un grupo de jóvenes que buscaba refrescarse debido al calor. 
Ninguno de ellos se ha dado cuenta de que entre las cañas, en gran parte sumergidas, había cocodrilos. 
La salida de las colonias desde las vías respiratorias y la entrada en las de los jóvenes bípedos ha sido sencilla y facilitada por la cercanía, por el clima cálido y por el aire tranquilo. 
Una combinación letal que ha permitido la transmisión del virus, en unos pocos días, a una multitud de humanos. 
Estamos en el año en que los humanos un día computarán como el año 430 a. C. y la enfermedad será catalogada como fiebre tifoidea
En realidad fue una colonia nuestra modificada que huyó de su cotidiana actividad hecha sólo para sobrevivir y reproducirse, y casualmente fue a parar dentro de las vías respiratorias de los homínidos. 
En el transcurso de dos años, los Venux modificados acabó con la vida de cerca de la mitad de la población de Atenas y alrededores. La fuerte capacidad virulenta de la enfermedad, si por un lado mató a un número elevado de personas, por el otro ha tenido un límite. 
De hecho, desde el momento en que la colonia entró en las vías respiratorias del bípedo, hasta el momento de su muerte pasaban sólo dos o tres días. 
La rapidez de la acción también fue la razón de la interrupción de la pandemia, de hecho los posibles portadores de las colonias morían antes de haber tenido la posibilidad de transmitir las mismas a los sujetos sanos. 
Nosotros, los Venux originales, conocemos perfectamente este mecanismo. Sabemos que, desde el momento del contagio al de la muerte deben pasar por lo menos veinte días. De esta manera se proporciona tiempo para conseguir que el individuo pueda moverse, desplazarse y, por lo tanto, transmitir nuestras colonias a los individuos sanos. 
En un pasado lejano también nosotros, antes de consolidarse mutaciones y variantes, comprobamos que la acción debe ser lenta, de manera que nuestras colonias puedan tener tiempo, para que se reproduzcan y luego se difundan. 
Nos sucedió algo parecido con los dinosaurios, cuyo primer ataque falló justo por la rapidez de los efectos. 
Hemos debido esperar casi un millón de años antes de poder reintentar lo que luego ha sido definido como una auténtica destrucción en masa. 
En un futuro lejano, muchos estudiosos intentarán comprender cuál fue la causa de la epidemia de Atenas y del tan elevado número de víctimas. A nadie se le ocurrirá jamás que fue una cepa modificada de nosotros, Venux, quien actuó de manera tan rápida y letal. 
Después de la epidemia del 430 a. C., Madre Naturaleza nos ha impuesto a todos los Venux una serie de restricciones y controles. Sólo ella puede autorizar agredir a posibles víctimas. 
De todos modos Madre Naturaleza se permite el crear situaciones nuevas, ella misma debe probar acciones de las que no conoce el resultado y los efectos, sino después de que han ocurrido. 
A la luz de las imposiciones de Madre Naturaleza, nuevas cepas se desarrollan, se modifican, se multiplican, sustituyen a aquellas existentes. 
Naturalmente todo esto sucede en un período de tiempo que, para nosotros, Venux, es breve pero que para los Homo puede parecer larguísimo. 
Después de la extinción de la cepa modificada que había golpeado Atenas, pasan casi dos siglos antes de que otro caso de pandemia se propague de manera igualmente virulenta. 
Alrededor del año 250 a. C. se propagó una variante huida al rígido control de los Venux. Esta vez fueron los murciélagos los que hicieron de vehículo de propagación. 
Los homínidos lo han denominado Peste de Cipriano por el nombre de un individuo de la época que describió los efectos de la enfermedad. A causa de esta pandemia, en el período de máxima expansión murieron unas cinco mil personas al día. 
En los siglos siguientes hubo otras circunstancias en las que pequeñas colonias escaparon al control, infectaron a humanos, los cuales, en casi todas las circunstancias, cayeron como moscas. Nosotros, Venux, también tenemos una teoría por la cual periódicamente los homínidos se ven afectados por las epidemias. 
Está claro que nosotros y nuestras cepas modificadas representamos la chispa desencadenante que produce el incendio pero existen condiciones objetivas que no dependen de nosotros. 
En concreto, en el curso de la evolución humana, observamos que el número de individuos varia mucho de un período a otro. 
Sustancialmente hemos comprobado que el número de persona crece, crece y crece y luego, de repente, nuestras colonias encuentran terreno fértil para difundirse de manera virulenta. ¿Qué sucede realmente? 
Sucede que cuando la población crece más allá de toda medida, los recursos disponibles, sobre todo la comida, no son suficientes para todos, por lo tanto algunas poblaciones comienzan a sufrir hambre, los niños son los primeros en desnutrirse, los ancianos se debilitan. 
En estas condiciones, incluso una colonia que en otros momentos no haría ningún efecto concreto sobre la población, de hecho se convierte en letal para personas débiles y carentes de defensas. 
Nosotros, Venux, no somos responsables de todas las epidemias que de vez en cuando afligieron a los humanos. Nuestra tarea es mucho más importante y articulada. Nosotros debemos salvaguardar el medio ambiente y su equilibrio, no podemos ocuparnos de insignificantes episodios locales. 
Ahora comienzo la historia de nuestra existencia durante los últimos cuarenta años. 
Queremos mostrar cómo los humanos han intentado instrumentalizar nuestras capacidades y actitudes, alterando nuestros comportamientos y modificando la misión de la que somos portadores por encargo de Madre Naturaleza.

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