El ifrit manazas
Mientras estaba en la tienda ordenando la mercancía llegó Hamid corriendo, sudoroso, a avisarme que la caravana con el género había llegado al fin a Bagdad. Rápidamente me encasqueté el turbante y salimos; era una gran noticia pues hacía una semana había corrido el rumor entre los mercaderes de que había sido atacada por los ladrones, al parecer había resultado falso, lo cual me alegraba sobre manera pues significaba que Yaser había podido llevar a buen fin mi encargo: conseguirme el diamante Arco Iris, una extraña piedra, casi mítica, de la que se había encaprichado mi prometida. La ansiedad daba alas a mis pies, y al poco llegamos a la explanada donde descansaba la caravana antes de entrar en la ciudad; era un bullir de gente saludándose e intercambiando información y géneros de todo tipo. Encontramos a Yaser debajo de un árbol, degustando una taza de té. En cuanto nos vio se levantó para recibirnos:
Mientras estaba en la tienda ordenando la mercancía llegó Hamid corriendo, sudoroso, a avisarme que la caravana con el género había llegado al fin a Bagdad. Rápidamente me encasqueté el turbante y salimos; era una gran noticia pues hacía una semana había corrido el rumor entre los mercaderes de que había sido atacada por los ladrones, al parecer había resultado falso, lo cual me alegraba sobre manera pues significaba que Yaser había podido llevar a buen fin mi encargo: conseguirme el diamante Arco Iris, una extraña piedra, casi mítica, de la que se había encaprichado mi prometida. La ansiedad daba alas a mis pies, y al poco llegamos a la explanada donde descansaba la caravana antes de entrar en la ciudad; era un bullir de gente saludándose e intercambiando información y géneros de todo tipo. Encontramos a Yaser debajo de un árbol, degustando una taza de té. En cuanto nos vio se levantó para recibirnos:
-¡¿Lo traes?!-le
pregunté.
-Lo he
encontrado, pero no he tenido el valor para hacerme con él.
-¡Maldito! ¡Con
el mal genio que tiene la bella Malika, ya me veo siendo objeto de su lengua
cortante y mordaz! ¡Mal amigo, confiaba en ti! -respondí enfurecido.
-Por favor,
sentaos un momento y escuchadme, luego me dirás si he actuado correctamente o
no.
Aunque enfadado seguí su consejo, Yaser me
había dado muestras a lo largo de los años de su fidelidad y buena disposición
hacia mis asuntos, lo menos que podía hacer por él era escuchar su explicación,
si habla creído conveniente no traerme el diamante tendría sus buenas razones,
a pesar de que resultase un problema para mí.
-Escuchad bien
mi historia: cuando hace un año salí de Bagdad, con la intención de llegar a
las Montañas de la Tristeza
y encontrar la fabulosa piedra que me habías pedido, pensé que sería una empresa
difícil, en el peor de los casos la piedra sería una fantasía, pero si
realmente existía removería con mis propias manos las montañas con tal de hacer
realidad tus deseos.
Llegué sin novedad a mi
destino, me aprovisioné de comida y agua en un oasis cercano, cargué el
camello, y después de despedirme de mis compañeros de viaje decidí ponerme en
camino sin tardanza. A lo lejos se perfilaban las Montañas de la Tristeza ; la gente las
llamaba así porque cuando pasabas a su lado emitían un sonido semejante a un
ser desconsolado que llora sin parar, nadie sabía qué producía aquel sonido y
nadie tenía deseos de averiguar su origen. Cabalgué durante tres días con sus
noches hasta que por fin llegué a la base de la más pequeña. Busqué una caverna
o una sombra donde descansar, y cuando la encontré mi montura y yo nos echamos
en el suelo, nada más hacerlo me quedé profundamente dormido.
No sé cuánto tiempo había
pasado cuando algo me despertó, creí oír un débil gemido; resuelto a descubrir
el misterio que guardaban las montañas arreglé mis ropas, empuñé mi gumia, até
las patas del camello para que no escapase y comencé a andar por la oscura
caverna. Debía llevar la buena dirección porque los gemidos los oía cada vez
más claramente, hasta que llegué a una bifurcación, en uno de los túneles se
veía luz; me introduje en el pasadizo caminando con precaución pues no sabía
qué me podía encontrar, y entonces lo vi: era un ifrit, un genio, el que
sentado con la cabeza baja lloraba y suspiraba, ver a un ser tan grande y fuerte
sollozando como un niño me rompía el corazón, me acerqué a él y le dije:
-Yo soy Yaser de
Bagdad, tú ¿quién eres y cuál es la pena que te aflige?
-Loado sea
Alá-dijo el ifrit-tal vez puedas ayudarme, soy muy desgraciado, prométeme que
si te cuento mi historia no te reirás de mí.
-¿Cómo podría
haber un ser tan insensible que pudiese tomar a broma la desgracia? Si está en
mi mano haré todo lo posible por mitigar tu pena.
Y entonces el
ifrit viendo mi buena disposición hacia él dijo:
-Mi mal proviene
de que hace mucho tiempo caí enfermo de amor a causa de la gran belleza de
Mimona, la hija del rey de Ispahán, ella también me amaba, pero aun así quería
probar hasta dónde llegaba mí adoración por ella y un buen día me dijo:
- “Abdelkader,
sé que tu amor por mí es puro y profundo, pero me faltaría que hicieses algo
prácticamente imposible para confirmarlo”.
-Me eché a
temblar, aunque genio soy de los peores, y mis poderes siempre me han jugado
malas pasadas, pero por Mimona haría cualquier cosa, ella continuó:
- “Sería tuya
para siempre si eres capaz de conseguir para mí el diamante Arco Iris, que se
encuentra escondido, según dicen los sabios, en lo más profundo de las Montañas
de la Tristeza ;
esperaré tu vuelta con ansiedad, hasta cien años si es preciso, pero al cabo
de ese tiempo si no has regresado entenderé que has dejado de amarme y me
consideraré libre para unirme a otro hombre o genio de mi gusto.
-Para asegurarme
que no me engañaría-dijo el ifrit-quise sumirla en un profundo sueño pero, como
siempre, mis poderes fallaron, y en realidad torné su cuerpo en el de una
camella.
No bien había pronunciada
estas palabras Abdelkader se puso a llorar, por más que intenté consolarlo,
lloró y lloró durante horas.
-Realmente es
una historia singular, querido Yaser, la que me estás relatando.
-Déjame llegar
al final y entonces verás por qué no he
podido hacerme con la fabulosa piedra. Cuando su llanto cesó el ifrit volvió su
cara hacia mí y, viéndome apenado por sus cuitas, me dijo:
-Eres una buena
persona, escucha, pues, mi historia: aunque convertida en camella mi amada no había perdido su facultad de hablar,
y enfadada me dijo:
"-¡Estúpido!
tus locos celos me han dejado en este estado, devuélveme mi forma o te haré
conocer mi furor-dijo Mimona en posición de atacarme a coces”.
-Intenté durante
todo el día devolverla a su estado original pero no resultó, la convertí
sucesivamente en piedra, serpiente, perra, gata, saltamontes, pez (y casi se
ahoga), yegua, cabra, mula, rana, colibrí, águila, escorpión, hasta que, de
repente, la volví semilla de sésamo. No había parado de llorar en todo el rato,
pero no recordaba, debido en parte a mi gran pena, la fórmula mágica con
corrección, así que, siendo tan pequeña la envolví en un pañuelo de seda y la
guardé cerca de mi corazón.
Y diciendo esto
desplegó ante mí, un hermoso pañuelo de la más fina seda y me mostró la semilla
de sésamo, y el ifrit continuó hablándome:
-Si mis poderes funcionasen bien,
no hubiera habido nada imposible que no pudiese llevar a cabo, podría haber recorrido
días y años de distancia en tan sólo unas horas, mas como no era así tardamos
tres años en llegar a estas montañas buscando el remedio a nuestros males, pues
un anciano jerife del desierto, compadeciéndose de nosotros, nos había revelado
la solución contra mí mala suerte con los sortilegios:
"-Me siento
profundamente apenado por lo que me cuentas, mi padre, hace ya mucho tiempo, me
narró la historia del diamante Arco Iris, una piedra fabulosa que hará realidad
todos los deseos de quien la encuentre; hay que pasar multitud de peligros y
privaciones, y si tus poderes funcionasen no te hubiese resultado difícil
conseguirla, pero por lo que me dices estás casi al nivel humano, y aunque más
fuerte y grande te costará hacerte con ella, nadie sabe el sitio en que
realmente se encuentra, informaciones de lo más creíble dicen que en lo más
profundo de las Montañas de la
Tristeza ".
Hacía allí
encaminé mas pasos, cada vez que sentía en mi piel el pañuelo me ponía a
llorar, y pasaba así días y días hasta que me serenaba. Por fin llegamos a
aquí.
-¡Qué historia
tan triste Yaser! es realmente digno de compasión ese pobre ifrit.
-¿Cómo pudiste
ayudarle?-interrumpió Hamid-si la empresa le resultaba pesada a un ifrit...
¿cómo pudiste tú, siendo un simple mortal, prestarle auxilio?
-Entre otras
cosas, porque yo no amaba a nadie y tenía la mente clara y serena; con ayuda de
Alá, conseguiría que mis esfuerzos se viesen coronados por el éxito. Así que el
ifrit acabó su relato le dije:
-¡Oh,
Abdelkader! tu historia me ha conmovido, con la connivencia de Alá, (el
Clemente, el Misericordioso), llevaremos a buen término la búsqueda de ese
diamante. Ahora estoy cansado y me gustaría dormir unas horas, el sueño nos
serenará y después veremos qué podemos hacer, permite que recoja mi camello
que está a la entrada de esta cueva, y regresaré aquí contigo.
Y tal como se lo
dije así lo.hice. Nos acomodamos lo mejor posible y pronto nos venció el sueño,
y soñé: se me apareció mi abuelo, pero su aspecto no era el de un anciano sino
el de un joven fuerte y robusto:
:
"Yaser, soy
Noordin, el padre de tu padre, Alá, que conoce lo más recóndito del corazón de
los hombres, ha mandado que me aparezca a ti; no me permiten decirte
dónde se encuentra lo que buscas, pero tu clara inteligencia hará que logres tu
propósito, sólo puedo comunicarte lo siguiente: cuando un ser gime y llora es
porque algo le molesta, busca qué cosa está en la montaña que no debiera estar
y habrás resuelto el problema”.
Diciendo esto la
aparición se esfumó, me desperté, ya no pude conciliar el sueño, el resto de la
noche la pasé dándole vueltas a lo que me había dicho mi abuelo. El ifrit se
revolvía inquieto, decidí despertarlo:
-Abdelkader,
amigo mío, encontraremos el diamante, salgamos en su busca y ten fe.
Nos aprovisionamos para varios días y
comenzamos a recorrer las montañas; la vegetación era escasa, algún arbusto
aislado, piedras y más piedras y animales menudos que cuando nos veían o
sentían nuestra presencia huían. Durante algún tiempo no encontramos nada de
particular, un arroyo hizo que nos parásemos a beber, y entonces, cuando
levanté la vista pude vislumbrar una luz centelleante encima de una roca, se la
mostré al ifrit, decididos a no dejar el más leve resquicio por indagar nos
encaminamos hacia allí. Al acercarnos vimos que era un pequeño plato de bronce,
tan pulido que nuestros rostros se reflejaban en él; habíamos recorrido la
mayor parte de la cordillera y era el primer objeto que entendíamos no tenía
relación alguna con lo visto hasta ahora, sabíamos, además, que debido a lo
inhóspito de estos parajes ningún hombre vivía allí. Se encontraba incrustado
entre dos rocas. Tal vez ...
- ... aquella
era la herida a la que se refería tu abuelo, ¿no Yaser?-interrumpí.
-Y efectivamente
así fue; lo desincrusté de su lugar y vimos un cristal semejante a una perla,
transparente y límpido, no lo toqué, y le pedí a Abdelkader que lo cogiese. En
cuanto salió de la oscuridad en que lo habían sumido, sabe Alá por cuánto
tiempo, comenzó a destellar en todas direcciones, esparciendo a su alrededor
mil colores. El ifrit temblaba por la emoción, cogió su pañuelo, lo extendió en
el suelo, acercó aquella piedra a la semilla de sésamo, y de su boca salieron
unas palabras totalmente incomprensibles: la luz comenzó a expandirse, a
crecer, hasta que su brillantez se hizo insoportable. Durante un tiempo, no
sabría decirte cuánto, permanecimos deslumbrados, y cuando por fin nos
decidimos a alzar la mirada vimos a una de las mujeres más hermosas que haya
contemplado ningún hombre. El ifrit había recuperado a su amada, y le habían
sido otorgados los poderes mágicos que nunca había logrado controlar.
Construyó allí
mismo un palacio de innumerables habitaciones, y puso en él infinidad de sirvientes
a las órdenes de su amada; viví con ellos durante seis meses, en los que me
colmaron de atenciones y presentes, cuando decidí que el tiempo de mi estancia
había sido el apropiado me dispuse a marchar y entonces Abdelkader me hizo el
regalo más maravilloso de todos: esta bolsa llena de rubíes, que ahora, en
compensación, te doy a ti, mi buen amigo.
-Tu historia ha
sido sumamente bella Yaser, y comprendo tus razones, celebremos, pues, tu
vuelta y sellemos con un banquete nuestra amistad.
-Que así sea.