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jueves, 18 de febrero de 2021

LAS EXTRAORDINARIAS AVENTURAS DE JOSHUA RUSSELL Y SU AMIGO ROBOT de Antonio Tomarchio - Primeras páginas


Capítulo I: RAPTOR

El muchacho había acabado de conectar la última tarjeta, aquella más importante, sin ella el Robot no podía ser controlado, luego se había puesto, sobre los antebrazos y las pantorrillas, los controles que servían para moverlo.
Le dijo que se levantase del banco de trabajo, le hizo trasladar algunos carritos llenos de herramientas para liberar un poco de espacio, luego intentó unos movimientos para verificar que todo funcionase a la perfección. Dio unas patadas, primero hacia abajo, luego hacia arriba, se puso en posición defensiva y comenzó a dar puñetazos como si tuviese delante un saco de boxeo. El robot repetía cada uno de sus movimientos en los más mínimos detalles.
« ¡Bien, funciona!» exclamó.
« ¡Este año espero estar entre los diez primeros!»
Decidió llamarlo Scorpion para distinguirlo de las versiones anteriores. El robot tenía una altura de cerca de dos metros, tenía forma humana y estaba fabricado con una aleación especial, ligera pero muy resistente, lo había construido él cuando tenía diez años, pero lo había perfeccionado sólo con el tiempo.
El muchacho se llamaba Joshua Russell y tenía quince años. Había conseguido alcanzar un buen nivel de calidad constructiva, había mejorado la estética del Robot pero, sobre todo, el funcionamiento, también porque estaba cansado de verlo destrozado todos los años en el torneo de lucha de robots que se desarrollaba en New York en el mes de mayo.
Por suerte su padre tenía un taller y había podido ayudarlo en el ensamblaje de las partes mecánicas, pero lo que tenía que ver con la electrónica y el software era todo cosa suya. La parte principal y más importante del robot era la batería especial que él había inventado con nueve años y que le había valido el título de “Super genio del año 2065”.
El mayor problema para hacer funcionar a los autómatas antropomórficos que ahora ya, con funciones y precios distintos, ayudaban al hombre en muchas actividades, era la energía. Necesitaban mucha y las baterías capaces de suministrarla eran demasiado pesadas y grandes para poder meterlas dentro de los robots. Este había sido el motivo de su escasa difusión y por esto su invento había sido revolucionario y había puesto en marcha su elaboración.
Había conseguido inventar una batería tan grande como un paquete de cigarrillos pero capaz de suministrar la energía necesaria para que el robot pudiese realizar acrobacias durante unas horas.
Este invento había traído mucho dinero al magro presupuesto familiar, permitiendo a su familia, que tanto había invertido en pagarle las mejores escuelas, vivir cómodamente y a él participar en las clases de artes marciales y en el famoso torneo de lucha entre robots.
Una ley prohibía dotar de inteligencia a los robots que, por lo tanto, no debían ser capaces de moverse por sí solos, sino que debían ser dirigidos a través de diversos tipos de telecomandos, dependiendo del uso que se le pretendía dar.
Los robots para el combate permitían que los muchachos descendiesen al ring sin riesgo de hacerse daño. En los edificios construidos para los combates existían tres rings: uno más grande donde se enfrentaban los robots y otros dos más pequeños, colocados a los lados, donde los propietarios, con los controles puestos, transmitían las órdenes para hacerles luchar sin estar en contacto con ellos.
Joshua había participado ya tres veces en el torneo pero con pésimos resultados, algunos robots adversarios era lo mejor que la robótica podía suministrar, más veloces, más ligeros y con una mecánica realmente superior a la del suyo. Su excelente conocimiento de las artes marciales lo había ayudado a llegar, como mucho, al décimo puesto que, de todas formas, dado el gran número de participantes, era una posición muy respetable.
« ¿Para qué me sirve ser cinturón negro si luego ese estúpido robot, para hacer el mismo movimiento, necesita un siglo?» se había preguntado a menudo.
La última versión de su juguete prometía avances evidentes, pero no podía saber cuánto habían mejorado los adversarios.
Decidió probarlo fuera del cobertizo para las herramientas que el padre había construido en el terreno cercano a su espléndida villa y que servía incluso de cobertura al refugio subterráneo contra los huracanes. El muchacho se puso unos metros detrás del robot, lo encendió por medio de un botón en el controlador del brazo izquierdo y comenzó a caminar, a cada paso suyo correspondía uno del robot.
«Hasta aquí todo bien, veamos cómo te las apañas ahora», pensó todo contento.
Así que comenzó a correr detrás del robot y, dado que no conseguía alcanzarlo, dedujo que iba más rápido que él. Se paró para tomar aliento, luego probó algunos movimientos que había aprendido en la escuela de artes marciales, unas tijeras, unas patadas arriba, unos saltos y para reírse un poco comenzó a hacerle adoptar movimientos divertidos, gestos de burla y algún paso de danza, en el fondo era un chavalito aunque dotado de una inteligencia superior.
Quedó satisfecho por cómo respondía su creación a sus movimientos, decidió, por lo tanto, poner a prueba la fuerza y le hizo levantar una gran piedra. El robot realizó con éxito todas las órdenes, a continuación, aunque un poco reticente, Joshua intentó que golpease un árbol para comprender la potencia de los golpes que era capaz de asestar. Dio una patada al tronco que crujió ruidosamente, luego lo golpeó con un puño separando una gran porción de corteza. No quiso ensañarse más con el pobre árbol, aunque quedó un poco desilusionado por no haber obtenido mejores resultados.
Se dio cuenta de que se había alejado demasiado, había llegado hasta el confín del bosque que rodeaba un pequeño lago. No tenía nada que temer, nadie le habría hecho daño siempre que pudiese usar su Scorpion para defenderse, pero, de todos modos, decidió volver a casa.
De repente oyó un ruido que provenía del bosque, parecían unos pasos muy pesados, como los de una criatura metálica, pensó que algún otro competidor del torneo había venido al bosque para hacer algunas pruebas. Era curioso y quería ver a dónde habían llegado sus adversarios; se adentró entre los árboles permaneciendo atento a no golpear su costoso juguetito para no hacer ruido y arriesgarse a ser descubierto. En ese momento Joshua se dio cuenta de que tendría que haberle puesto una micro cámara para tener también el punto de vista de su autómata.
Vio un robot a lo lejos que se parecía a un hombre muy robusto. Era de color gris oscuro como el cañón de un fusil y brillaba bajo la luz del sol que pasaba a través del denso bosque.
El robot tenía un aspecto muy amenazador, no como ciertos autómatas ridículos que había visto en el torneo. En la cara tenía dos ojos luminosos y también una mascarilla semejante a la de los cirujanos, pero transparente y angulosa como un diamante, que cubría su boca. No tenía un aire muy tranquilizador y se movía lentamente entre los árboles.
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