La teoría de que todos los humanos portamos una máscara que esconde
nuestra verdadera personalidad es tan antigua como la misma
humanidad. Desde los chamanes y brujos de los pueblos primitivos,
pasando por los trágicos grecorromanos, hasta las teorías de los
psicoanalistas, la mascara esconde lo que somos en realidad. En
nuestros días, la fiestas de Carnaval y Hallowen, tienen como
objetivos encubrir los que creemos que somos para mostrar lo que
realmente somos, nuestros deseos más profundos, nuestras ansias y
nuestros miedos. La máscara posee esta doble función: encubrir y
mostrar.
Terry Salvini, en su
libro Máscaras de Cristal, utilizando la historia de una
joven y hermosa abogada, Loreley, describe con maestría esta antigua
filosofía de la máscara: Loreley cree saber cómo es y cómo son
las personas que la rodean. Partiendo de la premisa de que nada es
como parece, que los sentidos nos pueden engañar de tal forma que la
realidad está escondida en lo más profundo de cada ser humano, el
personaje de Loreley, aprenderá, muy a su pesar, que lo real no
existe, que cada persona, incluso la que parece más equilibrada,
esconde una vida de la que no está conforme, y lo hace poniéndose
una máscara que, a su pesar, se convierte en algo frágil que puede
ser roto con facilidad pero no sin esfuerzo.
Máscaras de
Cristal es una novela de misterio al viejo estilo, una manera de
escribir que nunca pasa de moda, una trama, aparentemente fútil
(Loreley deberá defender a un hombre del asesinato de su novia y
todo el mundo lo cree culpable, incluso ella) nos llevará por los
meandros de la sociedad neoyorquina, descubriremos las angustias de
los que viven casi al margen de la ley y también la de aquellos que
se consideran “pilares de la comunidad”. También descubriremos a
la verdadera Loreley, aquella que se esconde detrás de la perfecta
abogada, de la mujer apasionada pero, al mismo tiempo, con sus
perjuicios de clase hacia las personas que forman parte de la
sociedad de esta gran ciudad. La máscara de cristal de Loreley se
romperá en mil pedazos, conseguirá hacer cosas que nunca hubiera
imaginado poder llevar a cabo. El cambio que experimentará nuestra
protagonista hará que, uno a uno, el resto de los personajes, a
veces a su pesar, tengan que sacarse esa máscaras protectora y dejar
mostrar su verdadero ser.
Un libro que se lee
de una sentada porque a medida que, junto con Loreley, descubrimos el
misterio que hay detrás de las personas y del brutal asesinato,
también reflexionaremos sobre el sentido de nuestra propia vida. El
lector se encontrará subyugado por este libro porque no sólo es una
novela: es también un libro que hace pensar, que nos pide que nos
replanteemos nuestros motivos para hacer lo que hacemos y la manera
en que actuamos; un libro que es casi una sesión de psicoanálisis
para quien lo tiene entre sus manos. Y eso no es malo, es muy
positivo. Aprender a conocernos, a descubrir nuestras auténticas
virtudes y defectos no puede sino llevarnos a un enriquecimiento de
nuestro ser.
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