Azakis y Petri, los dos simpáticos e inseparables
alienígenas protagonistas de esta aventura, han vuelto al planeta Tierra
después de un año (3.600 años terrestres). Su misión era recuperar una valiosa
carga que, a causa del mal funcionamiento de su sistema de transporte, se
habían visto obligados a abandonar rápidamente en su anterior visita. Esta vez,
en cambio, han encontrado una población terrestre muy distinta con respecto a
aquella que habían dejado. Usos, costumbres, cultura, tecnología, sistemas de
comunicación, armamento, todo era diferente con respecto
a lo que habían encontrado en la última visita.
A su llegado se tropezaron con una pareja de terrestres: la
doctora de arqueología Elisa Hunter y el coronel Jack Hudson, que los han
acogido con entusiasmo y, después de innumerables peripecias, los han ayudado a
finalizar su delicada misión.
Aquello que sin embargo los dos alienígenas no habrían
querido decir a sus nuevos amigos era que, su planeta natal Nibiru, se estaba
acercando velozmente y que, al cabo de siete días terrestres, chocaría con la órbita
de la Tierra. Según
el cálculo efectuado por los Ancianos, uno de sus
siete satélites rozaría el planeta provocando una serie de alteraciones climáticas
comparables a aquellas que, en la transición anterior, habían sido resumidos en
un único concepto: Diluvio Universal.
En la primera parte de la novela (El
retorno – Las aventuras de Azakis y Petri), los habíamos dejado a los
cuatro en el interior de su majestuosa astronave Theos
y
es desde este momento que retomamos la narración de
esta nueva y fantástica aventura.
Astronave Theos
En las últimas horas Elisa se había visto sobrepasada por
tal cantidad de información que ahora se sentía como una niña que se había
indigestado de cerezas. Aquellos dos extraños y simpáticos personajes,
aparecidos prácticamente de la nada, habían conseguido en poquísimo tiempo
darle la vuelta a muchas de las verdades históricas que ella y el resto del
género humano habían dado por descontadas. Hechos, descubrimientos científicos,
creencias, ritos, religiones e incluso la evolución del hombre estaban a punto
de ser puestos del revés. La noticia del descubrimiento de que seres
provenientes de otro planeta, desde el inicio de los tiempos, hubiesen
manipulado y guiado con habilidad el desarrollo de la humanidad, tendría sobre
todos un efecto parecido al de la revelación de
que la
Tierra no era plana sino redonda. Azakis y su querido amigo y
compañero de aventuras, Petri, permanecían inmóviles en el centro del puente de
mando mientras que, con la mirada, intentaban seguir los movimientos de Elisa
que, con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, daba vueltas por
la habitación, nerviosa, mientras balbucía palabras incomprensibles. Jack, por
el contrario, se había desplomado en una butaca y con las manos intentaba
mantener erguida la cabeza que parecía haberse vuelto muy pesada
improvisamente. Fue justo él quien,
después de unos minutos de interminable silencio, decidió
tomar las riendas de la situación. Se levantó de repente y, volviéndose hacia
los dos alienígenas, dijo con voz resuelta: «Si nos habéis elegido para este trabajo
tendréis vuestras motivos. Sólo puedo deciros que no os desilusionaremos.»
Después miró a Azakis a los ojos y preguntó con resolución:
«¿Podríais mostrarnos por medio de esa locura» e indicó con
la mano la imagen virtual de la
Tierra que todavía rotaba lentamente en el centro de la
habitación «una simulación del acercamiento de vuestro planeta?». «Ningún
problema», replicó al instante Azakis. Mediante su implante N^COM
recuperó
todos los cálculos hechos por los Ancianos e hizo que
apareciese la representación gráfica delante de ellos.
«Esto es Nibiru» dijo
indicando el planeta más grande. «Y estos son sus satélites de los que
estábamos hablando.»
Alrededor del majestuoso planeta, siete cuerpos celestes,
mucho más pequeños, giraban velozmente a distancias y velocidades diferentes
entre ellos. Azakis acercó el dedo índice hacia el que estaba orbitando más lejos
de todos y lo agrandó hasta hacerlo tan alto como él. Después dijo solemnemente,
«Señores, os presento a Kodon, el imponente amasijo rocoso que ha
decidido causar unos cuantos problemas a vuestro amado planeta.»
«¿Cómo es de grande?» preguntó Elisa, mientras observaba
curiosa aquel grumoso globo gris oscuro.
«Digamos que, por lo que respecta a su dimensión, es
ligeramente más pequeño que vuestra Luna pero casi duplica su masa.» Azakis
hizo un gesto rápido con la mano y enfrente de ellos apareció todo el sistema solar
con los planetas que se movían lentamente en sus respectivas órbitas. Cada una
de las trayectorias estaba representada por finas líneas de distintos colores.
«Esta» continuó Azakis, indicando una marca rojo oscura «es
la trayectoria que Nibiru seguirá durante la fase de aproximación
al Sol.» A continuación aceleró el movimiento del planeta hasta acercarlo a la Tierra y añadió «Y este es
el punto donde las órbitas de los dos planetas se cruzarán.»
Los dos terrestres seguían maravillados, pero con mucha
atención, la explicación que Azakis les estaba dando sobre el incidente que,
dentro de pocos días, pondría sus vidas patas arriba y también la de todos los habitantes
del planeta.
«¿A qué distancia pasará Nibiru de
nosotros?» preguntó con tranquilidad
el coronel.
«Como estaba diciendo», respondió Azakis «Nibiru
no
os molestará mucho. Será Kodon el que rozará la Tierra y creará unos
cuantos problemas.»
Acercó todavía más la imagen y mostró la simulación del
satélite en el momento en que llegaría al punto más cercano de la órbita terrestre.
«Este será el momento de máxima atracción gravitacional
entre los dos cuerpos celestes. Kodon pasará a
sólo 200.000
kilómetros de vuestro planeta.»
«¡Porras!» exclamó Elisa. «Una tontería de nada»
«La última vez» contestó Azakis «hace exactamente dos ciclos,
pasó aproximadamente a 500.000 kilómetros y todos sabemos la que
montó»
«Sí, el famoso Diluvio Universal»
Jack estaba de pie con las manos cruzadas detrás de la
espalda mientras se movía arriba y abajo sobre la punta de los pies y luego
sobre los talones columpiándose de esta manera hacia delante y hacia atrás. De repente,
con un tono muy serio, rompió el silencio diciendo «No soy seguramente un
experto en la materia pero temo que ninguna tecnología terrestre sea capaz de
hacer nada para contrarrestar un acontecimiento de este tipo»
«Quizás podríamos lanzar contra él unos misiles con cabezas
nucleares» se arriesgó a decir Elisa.
«Eso sólo sucede en las películas de ciencia ficción» dijo
sonriente Jack. «Además, admitamos que conseguimos que lleguen a Kodon, nos arriesgamos
a fragmentar el satélite en miles de pedazos provocando de esta forma una
amenazante lluvia de meteoritos. Eso si que sería el fin de todo»
«Perdonad» dijo entonces Elisa volviéndose hacia los dos
alienígenas. «¿No habíais dicho antes que, a cambio de nuestro valiosísimo plástico,
nos ayudaríais a resolver esta absurda situación? Espero que tengáis una buena
idea para ayudarnos, sino estamos fritos»
Petri que, hasta este momento había permanecido callado en
un segundo plano sonrió levemente y caminó en dirección al escenario
tridimensional que se encontraba en mitad del puente de mando. Con un rápido movimiento
de la mano hizo aparecer una especie de rosquilla plateada. La tocó con el dedo
índice y la movió hasta colocarla exactamente entre la Tierra y Kodon, después
dijo «Esta podría ser la solución.»
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