Roma septiembre de 1943
El rey ha decidido abandonar Roma a su destino.
Junto con sus lacayos y aduladores ha decidido que salvar su piel es
más importante que gestionar la crisis.
Es verdad, no había nada que gestionar, ahora ya
los Aliados han desembarcado también en Anzio y, por lo tanto, la
suerte de la guerra ya está echada. La población ha visto este
gesto como el de un bellaco que abandona la nave que se está
hundiendo. Gesto que nunca será perdonado a la casa de los Savoia.
Ha decidido irse a Brindisi, al fondo del tacón
de la bota, lejos de los problemas. Con el rey se ha ido también
Badoglio, otro héroe, comandante en jefe que deja el ejército sin
orden y directivas. En definitiva, una auténtica porquería. A esto
se añade que, al mismo tiempo, Italia ha cambiado de chaqueta
pactando con los Aliados, provocando las feroces represalias de los
alemanes, para acabar de describir el cuadro. Sobre este tema se han
gastado ríos de tinta, no es necesario gastar más.
Los fugitivos han decidido viajar en el Tiburtina,
con destino a Pescara u Ortona, desde donde embarcarse para llegar a
la meta planeada: Brindisi.
Además de a casi todos los familiares del rey,
los ayudantes, algunos miembros de la corte y algunos más, se
decidió llevar algunos objetos de valor, oro, plata, joyas,
pertenecientes al tesoro Sabaudo. Tales objetos se cargaron sobre dos
camiones, cada uno con su escolta. La velocidad de estos últimos no
pudo mantener el paso de las berlinas del cortejo real, mucho más
rápidas.
El rey, famoso tacaño piamontés, no se quiso
separar de sus bienes preciosos pero su salvación es prioritaria y
de esta manera ha aceptado que los camiones fuesen justo después. La
escolta estaba constituida por un camión ligero con un capitán de
infantería y tres soldados armados y entrenados para ser escoltas,
además de un camión para el transporte de tropas con doce
bersaglieri.
Las berlinas del rey y de su cortejo partieron sin
dudarlo, ordenando a los camiones con los valiosos bienes que los
siguiesen lo antes posible. La pequeña columna se puso en movimiento
hacia las inhóspitas montañas de Abruzzo.
El primer problema se presenta en cuanto salen de
Roma, en Tivoli, donde el camión con los soldados de escolta tiene
una avería. El motor se calienta. Y no hay forma de repararlo. Los
soldados se quedan en el lugar para hacer guardia a un camión
averiado. El capitán decide continuar sólo con una escolta de tres
soldados más los conductores y los correspondientes mecánicos de
los camiones. En total, ocho militares.
Demasiado pocos en caso de ataque.
En Abruzzo se encuentran los partisanos de la
famosa Brigata Maiella2.
Un posible ataque sería fatal para el tesoro del rey. Entre alarmas
y no alarmas, la insuficiente y preocupada columna de dos camiones y
un medio de transporte ligero, deja el Lazio y entra en Abruzzo.
En Abruzzo comienzan los problemas.
En Tagliacozzo un grupo de partisanos tiende una
emboscada y la columna deja sobre el suelo a dos soldados de la
escolta. La banda de los partisanos ignora el contenido de los
camiones y ha aplicado la estrategia típica de los partisanos:
muerde y huye.
Superado este obstáculo la marcha de los dos
camiones con la escolta vuelve a ponerse en marcha.
La maltrecha columna llega así a las faldas de la
Maiella. El capitán decide evitar Tiburtina, donde, seguramente, se
habrían cruzado de nuevo con partisanos o puede que también con
bandidos normales. De esta manera decide volver a subir las
pendientes de la Maiella, pasando por Rocca Morice y bajando por el
Passo Lanciano hacia Pretoro. El capitán es originario de
Guardiagrele, una localidad cercana y, por lo tanto, conoce bien el
territorio.
En la zona hay muchas grutas y cavernas donde, en
caso necesario, pueden encontrar refugio para los soldados y para la
carga.
Durante una parada en Pretoro, un pelotón de la
Brigata Maiella desencadena un ataque. El capitán decide
esconder los dos camiones que contienen los bienes de la corona
dentro de una caverna natural en la base de la montaña.
Mientras, afuera, los militares son víctimas del
fuego cruzado. Todos los militares abandonan los camiones e intentan
defenderse. Uno a uno los militares caen, junto con algunos
partisanos heridos.
Cuando el capitán, también entre los heridos, ve
que no hay posibilidad de proteger la carga decide volar la entrada
de la caverna. En esa operación algunas rocas completan la obra,
matándolo.
Después de que la polvareda de
la explosión se aquiete, sólo queda una parte de la montaña donde
antes había una caverna, algunos soldados muertos y algún partisano
herido.
Temiendo la llegada de militares de refuerzo,
después de haber saqueado las armas y las municiones, los partisanos
dejan el lugar, dirigiéndose a Guardiagrele y luego a Atessa, una de
las sedes de la Brigata Maiella. En este momento ningún testigo está
vivo y nadie sabe dónde ha acabado la valiosa carga, ni los
partisanos han dado demasiada importancia a la demolición de la
cueva. La operación partisana ha acabado brillantemente.
El Rey esperó durante mucho tiempo la llegada de
su valioso tesoro. Finalmente se ha dado cuenta de que nunca
llegaría, quizás fue robado, quizás interceptado por los alemanes
o por los partisanos o por los bandidos.
Desde septiembre de 1943 el tesoro, puesto en
cajas en dos camiones, yace tranquilo dentro de la caverna, en la
base de las pendientes de la Maiella.
bersaglieri: soldados de infantería ligera del ejército italiano; sus características son una gran movilidad y puntería.
Brigata Maiella: Fue una formación militar de la Resistencia italiana activa durante la Segunda Guerra Mundial. Fue la única formación partisana que fue condecorada con la medalla de oro al valor militar a la bandera y además de las pocas formaciones de patriotas de inspiración republicana agregadas a las fuerzas aliadas después de la liberación.
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