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viernes, 30 de noviembre de 2018

Arcana Rubris de Ugo Nasi - Primeras páginas

“No eran muchos los que conocían el pasadizo secreto que partía de
La Verruca. Se murmuraba, se decía, alguno afirmaba que llegaba hasta Pisa, descendiendo por debajo del monte y recorriendo la llanura, hasta la Fortezza di Levante. Se encontraba cerca de un puente que se llamaba precisamente de la Fortezza.
Otros, en cambio, difundían el rumor de que el pasadizo unía La Verruca con la Roca de Caprona. Yo sabía que esto formaba parte de las leyendas que circulaban sobre La Verruca, pero dejaba que la plebe lo creyese, de esta manera mantendría en secreto el auténtico túnel.
Lo había hecho excavar, con mucha dificultad, por mis soldados para llegar sin ser molestado a Nicosia y se abría en el espeso bosque, arriba del convento, donde las rocas surgen en las laderas del monte: servía para que saliesen los mensajeros o para que entrasen en La Verruca eventuales refuerzos, y de esta manera no ser vistos por los enemigos que asediaban los muros. Los soldados que lo habían excavado, casi todos muertos, por enfermedad o por la guerra, o ya ancianos, para esconder el pasadizo del castillo habían apoyado en la entrada una gruesa roca rectangular.
Durante el largo tiempo que había estado allí como comandante había acumulado una auténtica fortuna y, para mantenerla escondida al resto de la tropa, la había enterrado en el fondo de la galería, en una de las grutas existentes.
Cuando las cosas empeoraron y comprendí que no se podía hacer nada contra el enemigo sólo pensé en poner a salvo la piel.
Junto con los pocos soldados que habían quedado con vida apartamos la roca que obstruía el pasadizo… y después, abajo, más abajo, lo más rápido posible. Por desgracia las tropas florentinas, mientras tanto, habían penetrado en la roca y, dándose cuenta de la galería, se habían puesto a seguirnos como lobos hambrientos. Agotados, pronto fuimos presa del enemigo, que nos alcanzó casi al final del pasadizo y nos traspasaron con las espadas.
Nadie, durante siglos, ha sabido de este tesoro.
Pero algunos años atrás, en Montemagno, se decía que alguien, que estaba deambulando entre las rocas que desde la Verruca descienden hasta Nicosia, había encontrado un tesoro y algunas armaduras.
Nunca se supo quién fue el afortunado, que incluso consiguió él mismo mantener escondido su secreto. ”

Texto extraído de la “Leyenda del tesoro del castillo de La Verruca.”
Convento de San Agustín en Nicosia (Pisa.)

Prólogo

Certaldo – Palacio  Pretorio – 6 de agosto de 2012

La joven francesa se mantuvo en precario equilibrio sobre la escalera de madera propiedad de la Sopraintendenza alle Belle Arti, apoyada en las tejas del techo de la galería. El mono blanco que vestía también era propiedad del organismo del Estado. Estaba a una considerable altura del suelo. Pero no tenía miedo. O mejor dicho, lo habría tenido si se hubiese encontrado allí por casualidad. En aquel momento, sin embargo, estaba demasiado concentrada en el trabajo para permitirse el lujo de sufrir vértigo. Por lo tanto no era el momento de tener un mareo por culpa de la altura. No era el momento adecuado.  Y además estaba sólidamente asegurada con un arnés a los andamios puestos a su disposición por la Facultad Universitaria de Siena para la consolidación y la restauración de aquellas reliquias alto medievales que se remontaban a mucho antes del año mil: el Palacio Pretorio de Certaldo.
A pesar de sus veinticinco años en aquel momento parecía una niña, o quizás una muchachita, que todavía se sorprende al jugar con muñecas. Mientras su lengua lamía el labio superior  blandía una pequeña espátula de fibra de vidrio, de color azul, concentrada en la operación que el profesor había reservado para ella: el refuerzo en las paredes, con yeso de fijación rápida de color sepia claro, de un azulejo que se encontraba allí desde hacía más de mil años, realizado a finales del siglo X.
El bajorrelieve, de sesenta centímetros por sesenta, contaba la vida de Benedetto V, en concreto su exilio a Hamburgo, y, después, el traslado de sus restos mortales, en el año 999, por orden del Emperador Otón III. Y a continuación dos emblemas heráldicos, probablemente del siglo XIV.
Cerca del bajorrelieve de travertino, un azulejo de las mismas dimensiones, deteriorado debido a los agentes atmosféricos en donde, sin embargo, todavía se percibían dos figuras: un hombre y una mujer en el acto de bendecir, o señalar algo, con una mano.
Al lado, más abajo, aparecían todavía, si bien pulidas por el tiempo, dos palabras, como si fuesen el título de una película o de una novela.
El profesor universitario que llevaba sobre la cabeza un ridículo Panamá para defenderse de los penetrantes rayos solares de esa hora, escuchó distraído, ya que estaba empeñado en transcribir en un registro del ateneo las actividades desarrolladas en el último día de trabajo.
Detrás de un viejo plátano, que refrescaba la antigua plaza cegada por aquel sol feroz, una figura retrocedió volviendo discretamente a la sombra.
La muchacha retomó las operaciones de acabado del objeto de travertino, una actividad que le apasionaba.
Atraída por la curiosidad acercó la cabeza con la espesa cabellera rubia recogida con un lazo azul entrecerrando los ojos, casi como queriendo explorar aquella grieta.
Sintió una tétrica sensación que no era compatible con aquel luminoso día.
Como si más allá de la pequeña cavidad, en la oscuridad, una presencia sobrenatural espiase cada uno de sus movimientos. Pero era imposible ver nada allí dentro.
Casi como si se tratase de un abismo inexplorado, o un pequeño “agujero negro” formado de antimateria que absorbiese toda la energía externa.
Desde detrás de la baldosa del bajorrelieve, en la más profunda oscuridad, la poca luz del sol que se filtraba desde fuera en aquella pequeña y sombría caverna, fue enturbiada casi por completo, como una especie de eclipse, por los iris azules de la joven, que ahora se movía rápidamente a no más cinco centímetros del agujero, escrutando el interior del minúsculo espacio desconocido.


El Escritor de Danilo Clementoni - Primer capítulo

Astronave Theos – La evacuación

«¡Abandonad la nave!» exclamó Azakis desesperado.
La orden perentoria del comandante se difundió al mismo tiempo en todos los niveles de la Theos. Los pocos miembros de la tripulación, después de una pequeña vacilación inicial, siguieron automáticamente el procedimiento de evacuación que habían entrenado tantas veces durante las simulaciones de emergencia.
«Ochenta segundos para la autodestrucción» anunció de nuevo la cálida y tranquila voz femenina del sistema central.
«¡Ánimo, Zak!» gritó Petri. «No nos queda mucho tiempo, debemos largarnos.»
«¿Pero no podemos hacer nada para interrumpir la secuencia?» replicó Azakis, incrédulo.
«Por desgracia no, amigo mío. De otro modo ya lo habría hecho, ¿tú qué crees?»
«Pero no es posible» dijo el comandante mientras era arrastrado por un brazo por su compañero de aventuras, en dirección al módulo de comunicación interno número tres.
«En realidad, se podría incluso intentar interrumpir de manera manual el procedimiento pero necesitaríamos, por lo menos, treinta minutos y nosotros, tenemos, más o menos, uno.»
«Espera, párate» exclamó entonces Azakis liberándose con un tirón del fuerte agarre del amigo. «No podemos dejar que explote aquí. La ola de energía que generará la deflagración llegaría a la tierra en pocos minutos y la parte visible del planeta sería embestida por una onda de impacto gigantesca que destruiría todo lo que encontrase a su paso.»
«Ya he preparado el control remoto de la Theos desde la nave espacial. La desviaremos cuando hayamos subido, siempre que te des prisa» le gritó Petri mientras aferraba de nuevo el brazo del amigo y lo arrastraba a la fuerza en dirección al módulo.
«Sesenta segundos para la autodestrucción.»
«¿A dónde la quieres desviar?» continuó Azakis mientras la escotilla del módulo de comunicación interno se abría en el puente de la nave espacial en el nivel seis. «No será suficiente un minuto para conseguir que alcance una distancia tal que...»
«¿Quieres dejar de parlotear?» lo interrumpió Petri. «Cierra el pico y siéntate allí. Yo me encargo.»
Azakis, sin decir nada más, obedeció la orden y tomó asiento en la butaca gris al lado de la consola central. De la misma manera que había hecho ya decenas de veces en situaciones igualmente peligrosas, decidió fiarse completamente de la capacidad y experiencia de su compañero. Mientras Petri trasteaba febrilmente con una serie de hologramas tridimensionales de simulación, pensó en controlar el resultado de la evacuación del resto de la tripulación, contactando de manera simultánea con cada uno de los pilotos. En pocos segundos todos confirmaron la reciente separación de las naves espaciales de la nave nodriza. Estaban alejándose rápidamente. El comandante dejó escapar un hondo suspiro de alivio y volvió a prestar su atención a las maniobras de su amigo.
«Treinta segundos para la autodestrucción.»
«Estamos fuera» exclamó Petri. «Ahora desvío la Theos
«¿Qué puedo hacer para ayudarte?»
«Nada, no te preocupes. Estás en buenas manos» y le guiñó el ojo derecho, así como le habían enseñado a hacer sus amigos terrestres. «Pondré la nave detrás de la luna. Desde allí no podrá hacer daño.»
«¡Maldita sea!» exclamó Azakis. «No lo había pensado.»
«Por eso estoy aquí, ¿no?»
«La onda expansiva se romperá sobre el satélite, el cual asorberá toda la energía. Eres un fenómeno, amigo mío»
«Y no producirá ningún daño en la luna» continuó Petri. «Allí no hay nada más que rocas y cráteres.»
«Diez segundos para la autodestrucción.»
«Estoy a punto...» dijo Petri con un hilo de voz.
«Tres... Dos... Uno.»
«¡Hecho! La Theos está en posición.»

Justo en ese momento, en la cara oculta de la luna, en las coordenadas, en grados decimales, 24,446471 de latitud y 152,171308 de longitud, en el mismo lugar de aquello que los terrestres habían llamado el cráter Komarov, tuvo lugar un extraño movimiento telúrico. Sobre la superficie árida y accidentada del cráter, como si una enorme hoja de espada, invisible se hubiese clavado repentinamente, se abrió una gruesa y profunda hendidura de márgenes perfectos. Inmediatamente después, como si hubiese sido disparado desde el fondo del cráter, un extraño objeto de forma ovalada saltó hacia afuera a una velocidad increíble y se dirigió hacia el espacio, con una trayectoria aproximada de treinta grados de inclinación respecto a la perpendicular. El objeto permaneció visible solo unos pocos segundos antes de desaparecer definitivamente en un fogonazo de luz azulada.

Sobre la nave espacial, desde la apertura elíptica que permitía la visión del exterior, un resplandor cegador iluminó el negro y frío espacio exterior, inundando el interior de la nave con una luz casi irreal.
«Amigo mío, ¿qué te parece si nos vamos de aquí?» sugirió Azakis preocupadísimo, mientras observaba la ola de energía que se expandía y acercaba rápidamente hacia su posición.
«¡Seguidme!» gritó Petri en el comunicador dirigiéndose a los pilotos de las otras naves espaciales. A continuación, sin añadir nada más, maniobró con su propio medio de transporte y lo puso a cubierto rápidamente detrás de la cara de la luna que siempre mira hacia la tierra. «Agárrate con fuerza» añadió, mientras se aferraba firmemente a los apoyabrazos de la butaca del puente de mando sobre la que estaba sentado.
Esperaron, en silencio absoluto, el paso de interminables segundos, con la mirada fija en la pantalla central, esperando que el desplazamiento repentino de la Theos hubiese conseguido evitar una catástrofe sobre la tierra.
«La onda de energía se está dispersando en el espacio» dijo tranquilamente Petri. Hizo una breve pausa, a continuación, después de haber verificado toda una serie de incomprensibles mensajes aparecidos en los hologramas que estaban enfrente de él, añadió «La luna ha absorbido perfectamente la parte que iba directamente hacia el planeta.»
«Beh, creo que has hecho un buen trabajo, amigo mío» comentó Azakis después de haber vuelto a respirar.
«La única que ha salido perdiendo ha sido la pobre luna. Ha recibido un buen golpe.»
«Piensa en lo que podría haber ocurrido si la onda hubiese llegado a la tierra.»
«Habría quemado medio planeta»
«¿Estáis todos bien?» se apresuró a preguntar Azakis, mediante el comunicador, a los otros pilotos que, siguiendo las maniobras de Petri, habían puesto también las propias naves espaciales al amparo del satélite. Respuestas reconfortantes llegaron una tras otra y, después de que el último comandante hubiese confirmado tanto las perfectas condiciones de la tripulación como de la nave, se dejó caer sobre el respaldo de la butaca y dejó escapar todo el aire que tenía en los pulmones.
«Todo ha salido bien» comentó Petri satisfecho.
«Sí, pero ¿ahora qué hacemos? La Theos ha dejado de existir. ¿Cómo volvemos a casa?»



jueves, 29 de noviembre de 2018

Atropos: El caso de los crisantemos de Federico Betti - Primer capítulo

El hombre descendió del autobús 19 en la plaza Bracci, en San Lazzaro di Savena, llegó hasta el quiosco, compró un ejemplar de Il Resto del Carlno y comenzó a hojear las páginas.
Se sentó en uno de los bancos que había en los laterales de la plaza para leer el periódico y no encontró ninguna noticia interesante: las primeras páginas estaban se ocupaban de los sucesos mientras que en el interior estaban aquellas dedicadas a la economía, además de las páginas locales con noticias relativas a la comarca boloñesa, a la ciudad y a toda la provincia.
Echó una ojeada incluso a los anuncios publicitarios sin encontrar ninguno interesante.
Dobló el periódico y, mientras lo mantenía debajo del brazo, se dirigió, desplazándose por la vía Emilia, en dirección a Ímola.
Llegó a la entrada del banco en el cruce con la vía Jussi, unos cientos de metros más adelante, empujó la pesada puerta principal de metal, después la segunda, y entró.
A aquella hora de la mañana había muy pocos clientes y a los pocos minutos de llegar consiguió presentarse en la primera ventanilla que quedó libre de las tres que estaban abiertas en ese momento.
“Buenos días”, lo saludó la empleada, “¿en qué puedo ayudarle?”
“Querría hablar con el director, si no está ocupado.”
“Como desee. ¿Tiene algún problema?” preguntó la mujer de la que emanaba un perfume afrutado tan fuerte que resultaba nauseabundo.
“No, no se preocupe. Pensaba solamente en la mejor manera de invertir y querría hablar con él, o con ella en el caso de que sea una mujer, para poder tomar una decisión.”
“Para estas cosas tiene a su disposición nuestros asesores financieros. Creo que usted podría hablar tranquilamente con uno de ellos: son todas personas muy capaces. A menos que usted desee expresamente intercambiar unas palabras con el director o tenga motivos muy particulares para hacerlo” explicó la mujer.
“Quiero hablar expresamente con el director.”


1
Aquel día, Davide Pagliarini volvía  del gimnasio donde pasaba una o dos horas todas las tardes de la semana, excluido el fin de semana.
Vivía solo, en un edificio de apartamentos de vía Venecia en San Lazzaro de Savena.
Había tomado aquella decisión después de un año de noviazgo y de convivencia con su compañera. De común acuerdo habían dicho basta, no habrían podido vivir juntos para siempre porque, contrariamente a lo que habían pensado al comienzo, parecía que no estaban hechos el uno para el otro.
Ritmos de vida y puntos de vista demasiado diferentes con respecto a como se desenvolvía la jornada y el uso de los recursos monetarios.
Finalmente habían acertado al separarse y que cada uno recorriese su propio camino.
Llegó delante del portalón del edificio, subió las escaleras y entró en casa.
Su apartamento estaba en el primer piso de un edificio no demasiado alto e inmerso en medio del verdor de un jardín privado con plantas y árboles de distintas especies y un seto que delimitaba la propiedad.
Tenía al menos tres ventajas: la sombra que producían los árboles, que significaba un refugio a las altas temperaturas del verano, un toque de señorío al edificio y el hecho de que difícilmente una construcción con jardín en su interior atraía a los encargados de la distribución de  publicidad.
Apoyada en el suelo estaba la bolsa de deportes que usaba en el gimnasio y que contenía, por lo general, una muda de ropa y todo lo necesario para la ducha, la abrió, y la preparó para el día siguiente, después decidió leer un poco.
Le gustaban las novelas de aventuras de autores como Clive Cussler, aunque hasta hacía unos meses  había incluso leído thriller y, en general, historias repletas de suspense pero, después del accidente de tráfico en el que se había visto envuelto, había decidido que estas las dejaría apartadas de manera indefinida.
Había sido culpa suya, esto era innegable, y no podía perdonárselo: aquel acontecimiento,  seguramente, había dejado una impronta en su cerebro.
Intentaba por todos los medios no pensar en ello, y a menudo lo conseguía pero, cuando menos se lo esperaba, volvía a atenazarlo aquel recuerdo.
Si tan sólo no hubiese tomado aquella pastilla…
Le había atraído la novedad. Le habían dicho “Verás cómo te sentirás. Te hará llegar hasta las estrellas. Pruébala: te la puedo dejar con descuento.”
Así que la había probado, diciéndose, sin embargo, que no lo volvería a hacer jamás. Era sólo por curiosidad, por comprender qué se sentía con aquellas cosas.
Recién salido de la discoteca, donde iba de vez en cuando para pasar un sábado distinto del habitual y con la esperanza de encontrar quizás personas nuevas, que habrían podido convertirse en amigos, o incluso una posible alma gemela, si bien sabía que sería necesario demasiado tiempo para instaurar una relación de ese tipo, había montado en su coche y se había preparado para regresar a casa.
Desde de la ingesta de aquella pastilla efervescente (bebe algo, le habían aconsejado) había transcurrido al menos una hora y, cuando Davide estaba sobre la carretera de circunvalación de Bolonia en dirección hacia casa, comenzó a entusiasmarse, a sentirse eufórico. Pisó a fondo el pedal del acelerador porque sentía la necesidad de descargar todo el entusiasmo de alguna manera y el resultado fue el esperado, pero no había considerado la posibilidad de imprevistos debido a una excesiva velocidad.
Se dio cuenta demasiado tarde del muchachito que estaba atravesando la carretera, sobre el paso de cebra, y le dio de pleno sobre el costado izquierdo tirándolo al suelo y llevándoselo por delante durante un centenar de metros.
No se había dado cuenta que estaban presentes sus padres y había huido sin pararse, con el cuerpo a tope de adrenalina.
Cada vez que recordaba aquel episodio, Davide Pagliarini cerraba los ojos con la esperanza de expulsar aquellos recuerdos insoportables y a menudo lo conseguía, pero no siempre.
Cuando se dio cuenta que era casi la hora de la cena, cerró la novela que estaba leyendo en ese momento, volviéndola a poner sobre la mesita del salón, y se preparó un plato de pasta.
La noche transcurrió tranquilamente y antes de la medianoche estaba ya durmiendo.



Encuentro con Nibiru de Danilo Clementoni - Primer capítulo

Prólogo
Azakis y Petri, los dos simpáticos e inseparables alienígenas protagonistas de esta aventura, han vuelto al planeta Tierra después de un año (3.600 años terrestres). Su misión era recuperar una valiosa carga que, a causa del mal funcionamiento de su sistema de transporte, se habían visto obligados a abandonar rápidamente en su anterior visita. Esta vez, en cambio, han encontrado una población terrestre muy distinta con respecto a aquella que habían dejado. Usos, costumbres, cultura, tecnología, sistemas de comunicación, armamento, todo era diferente con respecto
a lo que habían encontrado en la última visita.
A su llegado se tropezaron con una pareja de terrestres: la doctora de arqueología Elisa Hunter y el coronel Jack Hudson, que los han acogido con entusiasmo y, después de innumerables peripecias, los han ayudado a finalizar su delicada misión.
Aquello que sin embargo los dos alienígenas no habrían querido decir a sus nuevos amigos era que, su planeta natal Nibiru, se estaba acercando velozmente y que, al cabo de siete días terrestres, chocaría con la órbita de la Tierra. Según el cálculo efectuado por los Ancianos, uno de sus siete satélites rozaría el planeta provocando una serie de alteraciones climáticas comparables a aquellas que, en la transición anterior, habían sido resumidos en un único concepto: Diluvio Universal.
En la primera parte de la novela (El retorno – Las aventuras de Azakis y Petri), los habíamos dejado a los cuatro en el interior de su majestuosa astronave Theos y es desde este momento que retomamos la narración de esta nueva y fantástica aventura.

Astronave Theos
En las últimas horas Elisa se había visto sobrepasada por tal cantidad de información que ahora se sentía como una niña que se había indigestado de cerezas. Aquellos dos extraños y simpáticos personajes, aparecidos prácticamente de la nada, habían conseguido en poquísimo tiempo darle la vuelta a muchas de las verdades históricas que ella y el resto del género humano habían dado por descontadas. Hechos, descubrimientos científicos, creencias, ritos, religiones e incluso la evolución del hombre estaban a punto de ser puestos del revés. La noticia del descubrimiento de que seres provenientes de otro planeta, desde el inicio de los tiempos, hubiesen manipulado y guiado con habilidad el desarrollo de la humanidad, tendría sobre todos un efecto parecido al de la revelación de
que la Tierra no era plana sino redonda. Azakis y su querido amigo y compañero de aventuras, Petri, permanecían inmóviles en el centro del puente de mando mientras que, con la mirada, intentaban seguir los movimientos de Elisa que, con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, daba vueltas por la habitación, nerviosa, mientras balbucía palabras incomprensibles. Jack, por el contrario, se había desplomado en una butaca y con las manos intentaba mantener erguida la cabeza que parecía haberse vuelto muy pesada improvisamente. Fue justo él quien,
después de unos minutos de interminable silencio, decidió tomar las riendas de la situación. Se levantó de repente y, volviéndose hacia los dos alienígenas, dijo con voz resuelta: «Si nos habéis elegido para este trabajo tendréis vuestras motivos. Sólo puedo deciros que no os desilusionaremos.»
Después miró a Azakis a los ojos y preguntó con resolución:
«¿Podríais mostrarnos por medio de esa locura» e indicó con la mano la imagen virtual de la Tierra que todavía rotaba lentamente en el centro de la habitación «una simulación del acercamiento de vuestro planeta?». «Ningún problema», replicó al instante Azakis. Mediante su implante N^COM recuperó todos los cálculos hechos por los Ancianos e hizo que apareciese la representación gráfica delante de ellos.

«Esto es Nibiru» dijo indicando el planeta más grande. «Y estos son sus satélites de los que estábamos hablando.»
Alrededor del majestuoso planeta, siete cuerpos celestes, mucho más pequeños, giraban velozmente a distancias y velocidades diferentes entre ellos. Azakis acercó el dedo índice hacia el que estaba orbitando más lejos de todos y lo agrandó hasta hacerlo tan alto como él. Después dijo solemnemente, «Señores, os presento a Kodon, el imponente amasijo rocoso que ha decidido causar unos cuantos problemas a vuestro amado planeta.»
«¿Cómo es de grande?» preguntó Elisa, mientras observaba curiosa aquel grumoso globo gris oscuro.
«Digamos que, por lo que respecta a su dimensión, es ligeramente más pequeño que vuestra Luna pero casi duplica su masa.» Azakis hizo un gesto rápido con la mano y enfrente de ellos apareció todo el sistema solar con los planetas que se movían lentamente en sus respectivas órbitas. Cada una de las trayectorias estaba representada por finas líneas de distintos colores.
«Esta» continuó Azakis, indicando una marca rojo oscura «es la trayectoria que Nibiru seguirá durante la fase de aproximación al Sol.» A continuación aceleró el movimiento del planeta hasta acercarlo a la Tierra y añadió «Y este es el punto donde las órbitas de los dos planetas se cruzarán.»
Los dos terrestres seguían maravillados, pero con mucha atención, la explicación que Azakis les estaba dando sobre el incidente que, dentro de pocos días, pondría sus vidas patas arriba y también la de todos los habitantes del planeta.
«¿A qué distancia pasará Nibiru de nosotros?» preguntó con tranquilidad
el coronel.
«Como estaba diciendo», respondió Azakis «Nibiru no os molestará mucho. Será Kodon el que rozará la Tierra y creará unos cuantos problemas.»
Acercó todavía más la imagen y mostró la simulación del satélite en el momento en que llegaría al punto más cercano de la órbita terrestre.
«Este será el momento de máxima atracción gravitacional entre los dos cuerpos celestes. Kodon pasará a sólo 200.000 kilómetros de vuestro planeta.»
«¡Porras!» exclamó Elisa. «Una tontería de nada»
«La última vez» contestó Azakis «hace exactamente dos ciclos, pasó aproximadamente a 500.000 kilómetros y todos sabemos la que montó»

«Sí, el famoso Diluvio Universal»
Jack estaba de pie con las manos cruzadas detrás de la espalda mientras se movía arriba y abajo sobre la punta de los pies y luego sobre los talones columpiándose de esta manera hacia delante y hacia atrás. De repente, con un tono muy serio, rompió el silencio diciendo «No soy seguramente un experto en la materia pero temo que ninguna tecnología terrestre sea capaz de hacer nada para contrarrestar un acontecimiento de este tipo»
«Quizás podríamos lanzar contra él unos misiles con cabezas nucleares» se arriesgó a decir Elisa.
«Eso sólo sucede en las películas de ciencia ficción» dijo sonriente Jack. «Además, admitamos que conseguimos que lleguen a Kodon, nos arriesgamos a fragmentar el satélite en miles de pedazos provocando de esta forma una amenazante lluvia de meteoritos. Eso si que sería el fin de todo»
«Perdonad» dijo entonces Elisa volviéndose hacia los dos alienígenas. «¿No habíais dicho antes que, a cambio de nuestro valiosísimo plástico, nos ayudaríais a resolver esta absurda situación? Espero que tengáis una buena idea para ayudarnos, sino estamos fritos»
Petri que, hasta este momento había permanecido callado en un segundo plano sonrió levemente y caminó en dirección al escenario tridimensional que se encontraba en mitad del puente de mando. Con un rápido movimiento de la mano hizo aparecer una especie de rosquilla plateada. La tocó con el dedo índice y la movió hasta colocarla exactamente entre la Tierra y Kodon, después dijo «Esta podría ser la solución.»


miércoles, 28 de noviembre de 2018

Los Secretos de la Mente y el Cuerpo de Oreste Maria Petrillo y Gianluca Pistore - Primer capítulo

Recuerdo perfectamente aquel lunes del mes de abril. Aquí en Río hacía calor, mucho calor. Era el típico día de primavera en que las personas encontraban más placer en tumbarse en la playa que en trabajar en una oficina con el aire acondicionado. Y recuerdo también aquella llamada telefónica a  mi cuartel general, en mi Cueva de los Guerreros, un lugar de encuentro para todos los amantes del levantamiento de pesas, para todos los apasionados del old style. “Buenos días, ¿hablo con Himenes, George Himenes? ¿El propietario del gimnasio Muscle and Mind”? dijo una voz débil desde el otro lado de la línea.
“Sí” respondí inmediatamente. “¿Con quién tengo el placer de hablar?”
“Me llamo Santana, Carlos Santana. Me urge hablar con usted. ¿Cuándo podría encontrarme con usted?”
“Bueno, si no tiene nada mejor que hacer puede venir ahora mismo. ¡Los guerreros del hierro no descansamos jamás!” afirmé con vehemencia.

Fue de esta manera que conocí a aquel extraño muchacho que provenía de las favelas. Pesaba más o menos 60 kilos empapado de agua y con una altura de un metro y ochenta y cinco.
Era el clásico ectomorfo. Menudo, de esqueleto grácil y con una musculatura poco desarrollada. Tenía hombros estrechos y un tórax largo y plano. Tanto su peso como su perímetro torácico non concordaban con su estatura. Además eran casi tan largos sus miembros superiores como los inferiores.
Parecía estar desnutrido y atemorizado.
“Bien, querido Carlos, ¿en qué te puedo ayudar?”
“Me dijeron que usted hace milagros con las personas…”
Lo paré enseguida. “Muchacho, cuidado con lo que dices. Los milagros los hace Dios. Yo simplemente ayudo a que salga la mariposa de su capullo. Miguel Ángel esculpía la piedra para realizar sus obras, pero las obras maestras estaban ya en el interior de la piedra en bruto. Él sólo redondeaba los ángulos. Pues bien, esto es lo que hago yo”
El muchacho, titubeante, me miró con los ojos muy abiertos y añadió. “¡No me importa! Tengo que ganar el Campeonato Internacional de las Dos Américas”.
“Tranquilo, chaval, poco a poco. Ya te he dicho que no hago milagros, ¿tú quieres ganar el campeonato más importante de halterofilia americana en menos de un año y partiendo de cero?” ¡Que tipo más simpático! Quizás no se había mirado nunca en un espejo, yo ni siquiera le hubiera dado permiso para inscribirse en ell torneo de halterofilia del barrio.
“Usted no lo entiende. Necesito hacerlo. ¿Me quiere ayudar o no?” se apresuró a decir con una rabia en su mirada que yo no había visto jamás.
El primer momento de confusión se desvaneció enseguida: “Muchacho, no lo conseguirás, olvídate. Si quieres hacer deporte puedo ayudarte pero quítate de la cabeza esas tonterías.”
Me miró con los ojos llorosos: “¡Usted es un inepto! ¡No sabe nada sobre deportes! Se limita a mirar como soy ahora, no consigue imaginarme más fuerte y tampoco a ver, más allá de mi cuerpo, la rabia, la motivación y el dolor que hay dentro de mí…” Hizo un amago de decir algo más, después se volvió y comenzó a caminar con paso decidido hacia la salida.
Lo llamé “¡Muchacho! Espera un poco… ¿cuál es esa gran motivación? Venga, escuchemos… ¿Para qué te sirve ganar la más importante competición de halterofilia americana, quieres, a lo mejor, demostrar algo a tu novia?”
“No me importa ganar. ¡Necesito el premio de 80.000 dólares que está en juego para sacar a mi hermano pequeño de las calles! Hemos nacido en una familia muy pobre, como tantas otras de las favelas de Río. En nuestros barrios hay incursiones de la policía,  de los Batallones de la Muerte, casi todos los días. Intento mantener a mi hermano apartado de la influencia de la banda, pero es difícil. Nuestro padre murió durante una redada policial, muerto de un tiro que iba dirigido a un narcotraficante que vivía a cincuenta metros de nosotros. Después de su muerte nuestra madre cayó en un estado de depresión fortísimo y no consigue sacar a flote a toda la familia. Nos ayudan los misioneros de San Francisco pero eso no funciona. Intento sacar algún dinero extra trabajando con un carpintero amigo de mi padre, ¡pero la paga no me permite ni siquiera inscribirme en el gimnasio! Hace unos meses mi hermano ingresó en una banda de traficantes, que está bajo el control de Ramires, uno de los mayores traficantes de droga de nuestra favela y el más despiadado.” Mientras hablaba los ojos comenzaron a iluminarse, a convertirse en transparentes, y yo entendí lo que sentía su corazón. Era la encarnación de una triste historia como muchas otras.  Los puños cada vez más apretados sobre sus piernas. “Yo intento explicarle que si continúa así sólo conseguirá malograrse y perjudicarnos a nosotros que le queremos bien, pero él ignora mis sugerencias. Intenté hablar con algunos de su banda, primero me advirtieron diciéndome que no metiese las narices ¡y después una nariz rota! ” cerró los ojos al recordar las desagradables experiencias. “Quiero ganar por él y por nuestra madre… ¡Quiero llevarlos lejos de aquí! Usted es el único que puede ayudarme a alcanzar este objetivo y el único que no se ha dejado avasallar y al que los narcos respetan.”
Parecía distinto de los matones habituales que venían al gimnasio. “Muchacho, la vida no es fácil para nadie. Deberías saber que si te entreno acabarás escupiendo sangre. Serán los diez meses más duros de tu vida. Tu madre te ha dado la vida, yo te la reprogramaré. Transformo mocosos en auténticos hombres, sin tener en cuenta la edad. Te convertirás en un hombre, pero antes deberás volver a ser un niño, a llorar, a suplicar piedad y nadie te ayudará. Estarás luchando contigo mismo antes de poder combatir contra el mundo. No habrá nadie que te ayude a levantarte. Deberás hacerlo tú mismo. Deberás rehacerte y aprender a levantarte. Te enseñaré que no te debes rendir nunca ante la vida. No debes nunca bajar la guardia, no rendirte jamás, no lamentarte nunca. ¿has comprendido, chaval? ¿Serás capaz de resistir todo esto?”
“¡Empecemos!” respondió titubeante Carlos.
“Perfecto, ven mañana por la mañana muy temprano, antes de ir al trabajo, aquí en mi gimnasio hablaremos sobre el modo de proceder. Es todo por ahora”
Antes de que saliese del gimnasio le hice pararse. “Dentro de una semana conocerás a una persona especial que te podrá ser de gran ayuda. Es un entrenador de la mente”
“¿Un loquero?” añadió enseguida Carlos con aire despreciativo.
“No, peor. Ahora vete a casa y descansa. Nos vemos mañana”
Lo vi desde los ventanales del gimnasio salir con la espalda curvada, parecía que no tuviese pecho. La cabeza baja. “Habrá que trabajar duro” pensé. El primero que debería creer que sería capaz de alcanzar su objetivo tenía que ser él.






lunes, 26 de noviembre de 2018

Las sombras: secretos del pasado de María Acosta Díaz - Primer capítulo

Lo íbamos a pasar en grande. Los tres últimos días habíamos estado ocupados organizando la Noche de San Juan; todos los años celebrábamos esta fiesta. Como nuestra economía no era demasiado boyante decidimos hacer una colecta; Sofía se ofreció a comprar todo lo necesario. Por la tarde iríamos a casa de Teresa donde nos encontraríamos con Ricardo, Paul e Irene. Era mediodía, habíamos metido todo en una bolsa de deportes y salimos a tomar unas cañas  por el barrio antes de la comida; telefoneamos a unos amigos ya que habían dicho que, probablemente, llevarían sardinas para asar. No estaban en ese momento así que nos dirigimos a la Plaza del Dos de Mayo, rulamos casi una hora de bar en bar; volvimos a llamarles y esta vez contestó Carlos:
-¿Vais a venir esta noche?
-…
-Vaya, lo siento; bueno, si os animáis estaremos en la Plaza de Lara. Hemos comprado cuatro litros.
-…
-Si no aparecéis os llamaré la próxima semana; hasta luego.
-¿Qué han dicho, Luis? ¿No van a ir? –preguntó Sofía.
-No, Arturo se ha puesto malísimo; ya sabes como es: ayer salieron de marcha y hoy tiene una resaca tamaño king size. Me han dicho que si ven que mejora quizás se acerquen pero no es seguro.
-Bueno, vamos a comer, luego podemos salir a tomar unas copas para que el cuerpo se vaya acostumbrando a la marcha.
Volvimos a casa. Estábamos poniendo el mantel cuando llamaron al timbre: era Eduardo que venía a ver a Sofía por no sé qué historias de una reunión que tenían la próxima semana. Esta chica no paraba; siempre de aquí para allá asistiendo a mesas redondas y conferencias convocadas por asociaciones que no conocía nadie. Ella disfrutaba como una loca. Le abrí la puerta:
-¿Está Sofía?
-Pasa, íbamos a comer.
-Pondré otro plato; esta noche vamos a saltar la hoguera y beber queimada, ¿te apuntas?
-No lo sé, puede –contestó Eduardo –tengo que hacer unas cuantas visitas esta tarde y no tengo ni idea cuándo terminaré.
-¡Bueno, sí! ¡Hasta las cuatro de la madrugada vas a andar de reuniones! ¡No fastidies!
Allá tú, lo vamos a pasar bomba. A las doce nos plantaremos en la plaza y seguro que hasta las cinco de la madrugada estaremos de jarana. Si te apetece ya sabes lo que tienes que hacer. Vamos a comer.
Sofía y Eduardo se tiraron lo menos dos horas hablando de solidaridad y revolución, yo intervenía de vez en cuando, aún así alucinaba por un tubo. Según lo habíamos planeado salimos a beber algo después de que Eduardo se fuese todo espídico a una serie de reuniones que le hacían moverse de un extremo a otro de Madrid. Serían las diez de la noche cuando cogimos el petate y nos dirigimos a casa de Teresa. No estaba todavía por lo que nos acercamos al “Botas” a rocanrrolear un rato. Tomamos un par de birras y metimos cien pelas en la máquina de bolas; Sofía se puso como una moto jugando. Esta chica es la hostia, parece que hace gimnasia cuando se lía con los “flippers”. Volvimos a casa de Teresa, quizás ya habían regresado nuestros amigos. Las ventanas estaban iluminadas y tocamos al timbre para que nos abrieran:
-¿Quién es?
-Luis y Sofía.
-Subid, Paul e Irene aún no han llegado.
La casa en la que entramos es un viejo edificio de Lavapiés al que han reformado por dentro. Ellos viven en el primer piso, lo cual es una suerte sobre todo no habiendo ascensor. La puerta está entornada así que entramos y cerramos detrás de nosotros; Teresa está en la cocina abriendo una botella de vino y Ricardo está en la sala buscando un disco un poco marchoso:
-Dejad la bolsa en la cocina, ¿vamos a hacer la queimada aquí dentro?
-¡No, hombre! ¡Si tenemos que hacer una hoguera! –exclamó Sofía.
-¿Es que hay que ponerla al fuego? –dijo Ricardo.
-No te enteras tío: la hoguera es para saltarla y purificarte de las brujas y los malos rollos, y la queimada se hace en un cacharro con azúcar, rodajas de limón y aguardiente de orujo y se le prende fuego al preparado; entonces se va consumiendo el alcohol y adquiere un tono color tostado gracias a que el azúcar lo conviertes en caramelo y lo vas mezclando con el aguardiente, de ahí el nombre.
-¡Ah! Ya entiendo. Pero tú habías dicho que iba a ser en casa. Nosotros citamos aquí a Paul e Irene debido a eso en que habíamos quedado –dijo Ricardo refiriéndose a Sofía.
-Lo que yo te dije es que la haríamos en la plaza y que si la policía nos desalojaba de allí que nos veníamos con la queimada a la casa. Además, lo suyo es el aire libre –contestó ella.
Mientras tiene lugar esta conversación yo he encontrado un disco de hace unos cuantos años, de Ramoncín, ese que dice soy el rey del pollo frito y, asimismo, Teresa vuelve de la cocina con el vino y unos vasos:
-¡Líate un canuto o dos, anda!
-Ya que somos cuatro es más práctico una trompeta ¿no?; hace tiempo que no hago una. Vamos a ver, un par de papelillos, la china, un cigarrillo y medio, y el filtro –enumera Sofía mientras extendía las cosas encima de la mesa –ahora, como yo hago los canutos con la izquierda tengo que poner el pegamento de uno de los papelillos por arriba y el otro cruzado…¡ya está!. Ponme un vaso de vino para inspirarme, gracias –y le pega un largo trago al Sangre de Toro –está de puta madre, chachi que sí. La vamos a coger buena esta noche, me da la impresión.
-Como siempre por San Juan.
-Y yo el doble –dice Sofía –porque aunque no quiera voy a inhalar todos los vahos que desprenda el aguardiente al quemarse, sumado a que no me voy a privar de beber…
-Tú no te pases que luego acabas a cuatro patas.
-¡Mira quien fue a hablar! Yo por lo menos me acuerdo de lo que he hecho aunque esté borracha, no como otros, Luis, bonito. Tú tranqui que yo aguanto. Toma enciende la trompeta y no te duermas con ella en la mano que somos cuatro a fumar. Bueno, a por otro vasito. ¿Podemos  tomar algo de comer, no? Si no va a sentarnos mal tanta priva, ¿qué te parece Teresa?
-Bien, vamos a la cocina; ahora venimos a por el canuto.
-¿Quieres escuchar algo en especial, Sofía?
-Pon la cinta de Siniestro Total que hay en mi cazadora-contestan desde la habitación de al lado.
Le paso la trompeta a Ricardo y me voy a ver qué es lo que están haciendo de comer. Las encuentro frente a frente en la mesa partiendo espárragos trigueros:
-No tardamos ni una hora, ya verás: guiso de espárragos trigueros con costilla de cerdo. ¿Y el canuto? –dice Teresa.
-Ahora os lo doy, lo tiene Ricardo.
-¡Guau! ¡Mirar lo que he encontrado! ¡Dos tripis en la funda de “The Wall” envueltos en un papel con una dedicatoria!
-¡Ostras tío! No me acordaba de ellos, me los regaló el enrollado del Super en mi cumpleaños; ahora me viene a la memoria que no los tomamos porque estábamos tan pedos que meternos algo más era ya una pasada. ¡Putamadre! Hacemos cuatro partes y cuando acabemos con la queimada los comemos para continuar la marcha toda la noche o lo que cuadre. ¡Chachi que sí! Pásame el porro –dice Teresa.
-Esto hay que celebrarlo haciendo otra trompeta-dice Sofía frotándose las manos mientras se dirige a la sala-además voy a ponerme un chupito de pacharán, ¿alguien quiere?
-Todos queremos.
Así que nos ponemos a beber pacharán y a hablar de lo bien que nos lo vamos a pasar esa noche hasta que por fin se termina de hacer la comida. Cenamos rápido y en silencio; Ricardo y yo vamos a la cocina a preparar unos carajillos de ron. Llaman por el portero automático: son Paul e Irene que traen otras dos botellas de orujo, dejo la puerta entornada y oímos risas subiendo la escalera:
-¡Pero que torta más idiota, tronco! ¡ja, ja, ja, ja!
-Tengo el culo hecho puré –dice Paul –¡ay! ¡hostias, no voy a poder sentarme en toda la noche! ¡hola a todos!
-¿Qué, ya te has caído como siempre? –inquiere Ricardo.
-¡Es de película cómica el tipo este! –dice Irene –¡Estábamos…ja ja ja…bajando las escaleras del metro cuando…es que es de partirse…va y se cae de culo y…bajó así todas las escaleras de Noviciado! ¡Es que lloraba de risa, chachi que sí!
-Anda, tómate una copa –dice Teresa.
-Un camión cisterna lleno de ron voy a tener que beberme para olvidar lo que me duele.
Esto sólo me ocurre a mí, soy como un imán para las tortas bobas.
-¡Pero siéntate hombre!-dice Sofía.
-¡Muy graciosa la niña! ¡Bueno, vale ya; a ver si vais a estar cachondeándoos de mí toda la noche! ¡Ya está bien, joder, tíos! –contesta él empezando a enfadarse.
-No te mosquees tronco, es que eres el colmo de las desgracias. Tómate otro pacharán y pasa olímpicamente de la historia –dice Sofía conciliadora –estábamos a punto de marcharnos a la Plaza de Lara para montar la queimada, nos habéis cogido por los pelos en casa.
-¿Es que no la vamos a hacer aquí? Es lo que nos habían dicho Teresa y Ricardo –dice Irene.
-¡Que va!
-Además, hemos quedado con una serie de colegas en la plaza a partir de las doce; los gitanos se tirarán agua para celebrar la entrada del verano y luego vendrán a la hoguera. Hace un par de años montamos una buena: bebieron hasta los municipales y los serenos que pasaban por allí, estuvimos cantando y tocando palmas hasta las seis de la madrugada. ¡Tope guay! –dice Luis.
-Vamos para allá –dice Sofía impaciente –yo me encargo de llevar el aguardiente, Ricardo la cacerola y Teresa el azúcar, los limones y las manzanas.
-¿Llevamos el casete y algunas cintas? –pregunta Paul.
-Creo que no, acaban siendo un incordio –dice Irene.
-Esperad, tenemos que repartir los tripis. Ricardo, tráete la cuchilla y un espejo pequeño que hay encima del radiador en la cocina. Que cada uno se lo coma cuando le mole. Como sólo hay dos tengo que dividir cada uno de ellos en tres partes; espero que sean buenos y alucinemos cantidad, toma Irene, vete pasando el espejo y que cada uno coja su trozo. Yo voy a papearlo ahora así cuando haga la queimada vacilaré un montón –dice Sofía.
-Vámonos, Teresa cierra con llave –dice Ricardo.

LA POLICÍA SIN PISTAS EN EL CASO DE LOS JÓVENES DESAPARECIDOS EN EL BARRIO DE CHUECA.
Madrid, 2 de julio.- Han pasado dos semanas desde que los vecinos de Lavapiés y Malasaña vieron por última vez a Ricardo y Teresa García Olavide, residentes en la calle de Lavapiés, sita en el barrio del mismo nombre, y a Luis Barros Sánchez y Sofía Castro Souto, naturales de La Coruña y residentes en la calle Jesús del Valle, sita en el barrio de Malasaña.
Un conocido de los hermanos García Olavide, J. R. M., dice haberlos visto salir alrededor de las doce de la noche portando una serie de bolsas. La policía sigue investigando la zona aunque el resultado de sus esfuerzos ha sido nulo hasta ahora. Las personas más allegadas a los cuatro jóvenes han declarado no saber nada de ellos desde el día de la fiesta de San Juan.
El comisario Soler, encargado de la investigación, pide la colaboración de los vecinos así como de todas aquellas personas que los hayan visto o que puedan aportar datos que ayuden a la resolución del misterio. Estos son los teléfonos de contacto con la policía:
743-78-25       o bien  642-59-35


Hace una noche increíble, sin nubes, tan sólo corre una ligera brisa; los bares están abarrotados de gente, los niños juegan en las aceras, y en los bancos de la Plaza de Lavapiés se beben litronas  y se fuman canutos, se oye una canción de Los nikis, en el centro alguien ha encendido una hoguera. Torcemos a la derecha por Sombrerete, al fondo de la calle se ve una aglomeración de gente: es el Y punto, rock and roll y música heavy, abierto hasta las seis de la madrugada todos los días y a tope de basca los fines de semana. En la Corrala, muchachos y muchachas gitanos corren de un extremo a otro con botellas de plástico, pequeños cubos e incluso con las manos llenas de agua, mojándose unos a otros; están la mayoría empapados. Gritos, risas, cuidado, os vais a mojar nos dice un chaval que no tendrá más de doce años. En la plaza de Lara encontramos el mismo panorama, a un lado las madres y hermanas demasiado mayores para estos juegos observan como se divierten. Nosotros entramos en lo que debió ser el patio del antiguo orfanato; hay que bajar unas escaleras. Es un punto que cuatro o cinco coches hayan aparcado justo enfrente de la pequeña escalinata, ya que de esta manera, si baja por Mesón de Paredes algún coche de la policía municipal o alguna lechera no podrá vernos.
Mientras Sofía comienza a preparar todo lo necesario para hacer la queimada, el resto vamos a buscar madera para construir la hoguera:
-Cuando volváis casi estará a punto la primera ronda. A ver si viene alguno de los que avisé dice ella.
-Espero que tengamos la suerte del año pasado cuando nos topamos con dos contenedores llenos de madera apunta Ricardo.

O enigma dos nove sepulcros de María Acosta Díaz - Primeiro capítulo

Cando unha persoa enfada pode ter diferentes reaccións: pegar berros, rompe-los pratos, pelexar con que se lle poña por diante ou esnaquizarse cun coche nalgunha curva. Persoalmente prefiro camiñar, a fume de carozo, ás presas e… xa está! Desaparece o enfado.
Foi unha situación desas, un berro, dous berros, tres berros, corro cara á porta, salgo dando un portazo que fai treme-las fiestras e doulle ó acelerador. A liña recta é o máis axeitado cando estou encabuxado; logo, segundo vai remitindo o mal humor e vou acougando, percorro as calellas, cantos máis tortuosas mellor, e procuro un bar onde estar a soas e pensa-las cousas.
Internárame na Cidade Vella. Subín a costa, pasei ó carón da Colexiata de Santa María e torcín á dereita: é unha calella pequena, escura, e no medio (endexamais me decatara) vin a entrada ó sumidoiro aberta. Quedei parado matinando uns minutos. ¡Que oportunidade, podería entrar e ver que ocorre aí abaixo, como é Coruña baixo terra!
Albisquei unhas escaleiras de ferro e entrei resolto axudándome cun chisqueiro de gasolina. Comecei a baixar a modo, as paredes eran de granito e amosaban unha estraña limpeza. Descendín durante uns dez minutos ata que sentín o chan baixo os meus pés. Vin un túnel e entrei nel; non sabía o que ía atopar así que fun marcando o camiño co spray que utilizo para pintar nas rúas. Despois de dúas horas de voltas e revoltas topei cunha parede. Tiña pintada unha especie de porta pero de xeito moi estrafalario. Achegueime para vela mellor: alí onde había pintura a superficie semellaba moi puída. Na parte superior observei un signos o cal significado non atinei a descubrir ó primeiro golpe de vista.




Feitos da mesma maneira que o marqueado da porta e igualmente puídos. Xusto debaixo deles había dous círculos concéntricos. Pousei a man sobre a pintura e descubrín que collían dous dedos, o anular e o medio; paseinos polo marco, fixen o mesmo cos signos e mailos círculos. Pensaba que tiñan un tacto agradable. De súpeto unha luz azulada cegoume e tapei a miña cara. Durante un intre permanecín atordado. Cando o estraño fenómeno parou atopeime cunha porta de granito aberta. Entrei, curioso, disposto a desvela-lo segredo que gardaba.
Crucei o limiar e a porta pechou tras de min; agardei uns minutos ata que a miña vista acostumou á súpeta escuridade que me rodeaba, ós poucos reanudei a marcha mentres me alumeaba co chisqueiro. Ó cabo dun rato comezou a clarea-lo pasadizo, tornei á dereita e vin ó fondo unha luz; tardei aínda, aproximadamente, un cuarto de hora en acada-lo meu obxectivo. Saín. O espectáculo que apareceu ante os meus ollos resultou incrible, abraiante, inaudito. ¡Unha paisaxe intensamente verde e montañosa, unha segunda Galicia no interior da terra!
Volvín a mirada para memoriza-lo sitio por onde saíra; o meu abraio non coñeceu límites cando descubrín a boca dunha gran cabeza de indio esculpida en granito vermello. Decateime da súa asombrosa semellanza cun cantil que me amosaran os meus pais cando era cativo, un verán que estivemos na Costa da Morte. Esta cabeza, a diferenza da outra, atopábase perfectamente puída. Circundei a rocha e dinme de conta de que no chan debuxárase por tres veces os símbolos que con anterioridade descubrira. Escollín a espiral e pondo un dedo sobre ela, era a súa anchura, percorrina; aínda non rematara esta operación cando apareceu no chan unha infinita raia azul que continuaba a espiral inconclusa. Dirixíase, aparentemente, contra as montañas impoñentes que había ó lonxe.
Pouseime enriba da raia e comecei a camiñar; segundo avanzaba o sendeiro máxico ía borrando ás miñas costas. O camiño subía e baixaba continuamente, empezaba a cansarme e desexaba poder beber un pouco de auga. A liña torcía á dereita, seguina e, de súpeto, atopei un pozo. Pareceume raro non telo visto antes xa que, non sendo os desniveis do principio, o terreo polo que me estaba a mover nese intre era totalmente plano. No peitoril distinguín un vaso de cor azul, tirei da corda e saquei un pouco de auga; bebín tres veces ó fin de calma-la sede, que era moita despois de case tres horas de camiñar arreo. Cando erguín a cabeza tiña ó meu carón un rapaz da miña idade, ó principio sobresalteime pois non escoitara ruído ningún avisándome que alguén estaba a se achegar. Estivemos uns minutos observándonos, tentando recoñecer no outro as intencións ou pensamentos; decatábame de que non representaba un perigo para min e el debeu pensar o mesmo con respecto a ese estraño que tiña en fronte porque nese momento sorriu e dixo:
-Benvido a Gapsiq. Hai tempo que esperabamos unha visita de Arriba; por aquí pasaron moitos homes e mulleres que aprenderon os segredos dos Mundos Infinitos. Chámome Brains e encomendáronme que te guíe e aprenda os Segredos; pasáche-los Controis e polo tanto tes dereito ó Saber Total.
-¿Que segredos son eses? ¿Que controis pasei e como sabías que viría? ¿Quen sodes? ¿Como é posible que vivades no interior da terra?
-Estivemos vixiándote dende o teu nacemento hai vintedous anos, segundo o cómputo do tempo que utilizades Arriba; observámo-los teus progresos espirituais e intelectuais e coidamos chegado o momento de poñerte a proba. Hai moitas Entradas Mentais para acceder a este mundo e a outros que neste intre nin podes coidar que existan. A Forza Interior Positiva é a chave para internarse neste tipo de realidade, e o primeiro paso son os soños. É imprescindible saber soñar e controla-las forzas da psique para acada-lo Pleno Coñecemento. ¿Lembras aquel libro que atopaches na rúa? ¿Lembras que xusto despois de ocorrer isto foi cando empezaches a controlar o que soñabas? Nós puxémo-lo libro alí para que o recolleses e te iniciases no estudo da lóxica da psique, desexabamos coñecer, tamén, ata que punto a túa mente estaba aberta ó coñecemento e ás experiencias novas. Despois dos anos que dedicaches ó estudo da mentalidade humana estás preparado para comprendernos. Esa é a razón pola que estás aquí.
Pero son moi poucos os que contactaron connosco. As Entradas Mentais encárganse de seleccionar ás persoas axeitadas; o mecanismo é moi sinxelo: se a onda psíquica de calquera persoa que pase polas proximidades dun dos accesos ós Mundo Posibles coincide coa frecuencia desa concreta Entrada Mental, esta ábrese, aparece, para esa persoa. No caso de que non coincidan, os sentidos físicos amosarán unha sinxela pedra ou algunha outra cousa que non chame a atención; é dicir, non se decatarán do esoterismo do lugar. Polo tanto a entrada queda defendida de calquera influencia exterior, a pureza orixinal das civilizacións secretas mantívose co paso dos séculos grazas a este mecanismo de defensa. No teu caso a Entrada Mental estaba situada nun sumidoiro, outros pasaron por alí e só viron lixo e descomposición.
Aínda existe outro control antes de chegar á meta, é máis ben unha proba: de forza, de destreza ou intelixencia. En cada caso é distinta. Se a resposta é satisfactoria, correcta e precisa o paso a unha das Dimensións Infinitas ábrese. Accedese entón ó Pasadizo Interdimensional, que é a derradeira etapa da Pre Iniciación.
-Comprendo todo iso pois hai tempo que sospeitaba a existencia dunha realidade distinta á que me tocou vivir.
-Exacto, só que son múltiples; dependen dos desexos, ansiedades, aspiracións e anhelos dun individuo concreto e poden supoñer un perigo se non se coñecen as limitacións persoais. Por iso é necesaria unha proba suplementaria: como o Enigma da Porta Pintada, que solucionaches. A auga que bebiches te permitirá facer todo o que che pete, así como entende-los segredos da realidade que escolliches cando optaches pola espiral.
-¿Absolutamente todo, aínda que sexa o maior dos absurdos?
-Por suposto.
-Se, por exemplo, imaxino que tras ese camiño hai un enorme tobogán que leva a unha montaña e que á súa vez dentro desta está a Vía Láctea e milleiros de constelacións, ¿vivirei xusto esa experiencia?
-Si. Pero antes debes estar seguro do que vas atopar, por iso cómpre segui-las seguintes etapas escrupulosamente:
1. Escollíche-la Vía da Espiral. Tes que debuxar tres espirais dun so trazo e formar un triángulo deste xeito:



2. Durante tres días e tres noites permanecerás coa cabeza apoiado no debuxo, especificando polo miúdo a realidade posible ou imposible. Se nalgún momento desexas cambiar de idea só tes que arredarte por uns instantes do debuxo.
3. Se, pola contra, consegues resisti-lo tempo estipulado, só terás que pronunciar tres veces Gapsiq e comezará a viaxe, o que desexes aprender te será revelado.
Este é o primeiro dos Segredos. Algúns atoparon aquí a súa destrución, xa que non souberon utilizalo de forma axeitada, por iso é moi importante contar con detalle a situación, así como unha perfecta concentración co fin de que non haxa ningunha dúbida na mente, doutro xeito materializaríase e poderíase converter nun perigo para a identidade do individuo. É dura e longa a aprendizaxe e podes deixala en calquera momento, pero se es quen de aturar ata o fin entón a Vía do Pleno Coñecemento permanecerá eternamente aberta para quen o consiga. ¿Queres continuar ou prefires deixalo?
-Quero chegar ata o final; devezo por descubrir e comprender moitos misterios e dúbidas que os libros non son capaces de explicar.
-Imos aló, o Gran Psico-Druiga agárdanos, el amosarate todo sobre o control da mente, o espazo e o tempo.
Camiñamos durante horas en silencio, cruzando bosques e vadeando ríos chegamos ó pé dunha montaña xigantesca: estaba perforada en parte a distintas alturas e unha liña azul rodeaba cada burato.
Brains explicoume que eran as entradas ás vivendas dos psico-druigas; ó acceso á morada do Gran Psico-Druiga atopábase no cume e era, polo tanto, a máis inaccesible, ó menos aparentemente.
-Agora cólleme da man e deixa a mente en branco, guiareite.
Fixen o que me dicía e ó momento atopámonos nunha habitación transparente que desprendía luz das súas paredes. A sala tiña forma de estrela de cinco puntas; ó fondo, sentado nunha butaca de granito vermello, estaba o Mestre dos Druigas: vestía unha túnica de cor azul na que estaban debuxadas centos de pequenas espirais. Ergueuse e veu cara a nós, a súa estatura era impoñente. Saudounos cun sorriso, colleu as miñas mans e entón souben con certeza que acadaría o que pretendía.
-Non fales, sei cal é a túa meta; non en van seguímo-lo teu crecemento todos estes anos. Brains, cómpre que agora nos deixes sós: a iniciación vai comezar.
Brains inclinou a cabeza cara ó druiga, marchando de seguido por unha das puntas da estrela.
-Eu son o Gran Druiga Onírico, o teu primeiro mestre. Aprendereiche as regras da Perfecta Relaxación, é o primeiro paso para conseguir viaxar polo tempo e polo espazo, para resolve-los Misterios da Vida. Segundo adiantes na túa aprendizaxe descubrira-las infinitas utilidades das ensinanzas que eu, Ardigas, voute desvelar no tempo que dure a Primeira Estrela e o Pentágono Iniciático.
O psico-druiga debuxou co seu dedo, do cal saía unha estraña pintura azul fluorescente, un pentágono ó uni-los vértices interiores da estrela de cinco puntas que formaba a habitación.





-Este é o norte –dixo sinalando á súa butaca de granito vermello. –Ti tes que orientarte cara ó sur coa túa cabeza; déitate no chan.
Confiaba totalmente nel así que fixen o que me pedía, disposto a seguir con fe cega as súas instrucións. Ó fin ía conseguir o que todos estes anos tentara, infrutuosamente, en solitario, cos meus precarios medios imaxinativos.
-O primeiro que vas aprender é a relaxar ata a derradeira molécula do teu corpo; cando o consigas farémo-la cerimonia da Túnica Onírica que será o final da Primeira Estrela. Abre as túas pernas e brazos de tal forma que cada unha das túas extremidades se oriente cara ós ángulos do pentágono; deste xeito o teu corpo pechará o ciclo onírico ó forma-los Cinco Trapecios Místicos. Non teñas medo, nada sucederá polo de agora xa que aínda es portador das roupas profanas e polo tanto a cadea Psico-Onírica non está completa. Agora segue as miñas instrucións:
· Debuxa na túa mente todo o teu ser, ata a cousa máis pequerrecha.
· Concéntrate no dedo maimiño do teu pé dereito e imaxínao formado de puntos tan diminutos como poidas.
· Imaxínate a ti mesmo tan pequeno como un deses puntos.
· O teu dobre molecular debe formar camiños en espiral percorrendo cada un dos puntos desa zona.
· Fai o mesmo con tódolos dedos dese pé.
· Sube pola perna, a coxa, a cintura, tódalas costelas do lado dereito.
· Ó chegar ó comezo do brazo baixa por el, sempre percorrendo un camiño en espiral, ti mesmo o escolliches.
· É importante que non pases do colo xa que na cabeza se atopa a Pirámide Enerxética que te transportaría ó Abismo Espazo-Temporal e aínda non estás preparado.
· Ó chegar ó colo debes voltar contra abaixo, percorrendo toda a parte esquerda do corpo ata chegar á coxa.
· Atende ó que che digo: acadaches relaxa-la meirande parte da túa anatomía, só falta o centro.
· Non só debes relaxalo tan minuciosamente como o resto, senón que tés que concentrar toda a enerxía no embigo, que representa o centro tanto do teu corpo material como dos outros corpos mentais que posúes.
· Este punto é o máis importante antes de acceder á cabeza, xa que se te relaxaches correctamente a Luz Azul xurdirá del, envolvéndote e ascendendo ata a Pirámide Enerxética.
· A partires de aquí todo depende da túa vontade e imaxinación. Podes erguerte.
Sentíame estrañamente lixeiro despois desta incrible experiencia, sentía que o meu corpo non volvería a se-lo mesmo na miña dimensión terreal, cando voltase ó mundo que coñecera nos meus vintedous anos de procura da Verdade e do Absoluto. Ardigas sorría divertido observando o meu abraio, e entón intuín que aqueles seres podían non só le-la miña mente senón tamén os meus pensamentos futuros, por mor dalgún mecanismo que non atinaba, neste intre, a comprender.
-Estou preparado para contestar tódalas preguntas que desexes formular; cando esta fase remate Brains volverá para servirte de guía e compañeiro en tódolos experimentos que desexes levar a cabo coa túa mente; entón, ámbolos dous, teredes dereito á Iniciación Definitiva. Agora, senta enfronte de min –dixo Ardigas ó tempo que se acomodaba na butaca de granito.
-O primeiro que quero saber é ¿como é posible a existencia da vosa civilización no interior da terra? ¿Sempre vivistes no mesmo sitio?
-Escoita atentamente:

Hai milleiros de anos unha gran bola de fogo caeu do ceo nun planeta salvaxe, a Terra; estaba habitado por grandes animais, plantas de tamaño descomunal e uns seres xigantescos que, a diferenza do resto das bestas, camiñaban sobre dúas patas e cubrían o seu corpo con peles do resto das criaturas que vivían canda eles: eran os antepasados do que logro serían os homes. Aquel estraño obxecto redondo atraeu ó seu redor a milleiros destes seres, formando un poboado preto del. O artefacto era un dos Castelos Errantes do Coñecemento nos que habitaban permanentemente sabios de tódalas disciplinas inimaxinables xunto coas súas familias. Milleiros destes castelos vagaban por todo o Universo na procura de mundos distintos ó seu, co obxecto de condensar tódalas ideas, formas de vida, etc, e chegar a descubrir e comprende-las leis da Forza Invisible Cósmica: a razón de ser de tódalas cousas.
A nave, non sendo quen de subtraerse á atracción magnética daquela masa de terra e auga, rematou por incendiarse ó entrar en contacto coa atmosfera para, finalmente, estrelar nun mundo incriblemente verde.
Os seres que habitaban nese mundo comunicábanse por medio de gruñidos e sinais que, por mor do seu primitivismo, soubemos descifrar sen dificultade. No noso mundo esa forma de linguaxe chámase licius e ga significa territorio ou pobo, polo tanto o significado do vocábulo Galicius, co cal definimos a aqueles seres e á súa terra, denotaba terra ou territorio dun pobo que se comunica por mor de gruñidos e xestos.
Decidimos asentarnos aquí, debido ó gran parecido da paisaxe co do planeta do cal proviñamos. Logramos entrar en contacto mentalmente pois, pese ó primario da súa forma de vida, eran dunha raza extraordinariamente intelixentes. Seguros eles das nosas boas intencións así como nós das súas, saímos ó exterior dispostos a quedar e aprenderlles tódolos coñecementos que fosen quen de asimilar. O seu enorme tamaño non foi un impedimento para unirnos a eles fisicamente, pois os gapsiquiáns témo-la propiedade de adoptar distintos tamaños e formas dependendo das circunstancias. Así que á terceira xeración estabamos reciprocamente adaptados. Uns poucos quedaron encargados de segui-la evolución da nova raza: tan só doce familias das duascentas cincuenta que chegáramos no Castelo Errante do Coñecemento conservámo-la pureza de Gapsiq. Dese xeito, se algún factor non previsto aniquilaba á nova raza, o resto seriamos capaces de recomezar noutro lugar, mesmo noutra dimensión espazo-temporal.
Vivimos tranquilos durante milenios perfeccionándonos mutuamente; atopamos naqueles paraxes unha pedra que, pola súa dureza e propiedades teletransportadoras, chamamos granito, de gra (pedra, no noso idioma) e nito (boa condutora), e os que saben o segredo de como traballala druigras (mestres da pedra). Enchémo-lo país de Portas Mentais formadas por tres bloques rectangulares: dous deles colocados verticalmente e outro máis uníndoos, arriba, en posición horizontal. Construímos un condensador de enerxía que era, á vez, a efixie do noso Mestre Supremo, nun lugar da costa; para protexelo das influencias malignas situámolo no lugar máis inaccesible daquela rexión. Outra das súas utilidades era amosa-lo camiño ós nosos irmáns que sabiamos habitaban no mar, para que tivesen unha referencia da nosa situación se algún día tentaban buscarnos. Ti coñece-la efixie por tela visto no que chamades a Costa da Morte. Por iso a gran cabeza de pedra vermella che resultou familiar.
Un día, Cahopep, druiga encargado de estuda-los factores físicos e os sistemas bio-enerxéticos, convocou a todos a unha asemblea urxente. A vales, montañas, covas e o máis fondo do mar e da terra chegou o son da súa Lira de Perigo, que dicía:

Amigos, unha gran catástrofe está a piques de chegar, todo o planeta e quen o habitan morrerán polo poder da augar sólida; dentro dunha semana deberemos atoparnos todos no Gran Val para comezar a traballar pola nosa salvación. Dávos présa.


Chegado o momento decidimos, unanimemente, delegar nunha comisión a resolución do problema: tódolos druigas permaneceron reunidos durante tres días coas súas noites ata que, por fin, un deles tomou a palabra e dixo:
-Temos chegado a un grado de perfección das Portas Mentais bastante aceptable, pero non é de abondo; somos quen de trasladarnos a calquera parte do cosmos, debemos conseguir viaxar entre os distintos planos da realidade e mesmo crear un plano psíquico propio.
Absolutamente todos aceptaron a solución proposta; eu, daquela, tan só era un rapaz, coma ti e Brains, famento de saber e de coñecemento. Xunto con outros rapaces servimos de aprendices ós mestres. O máis sensato era tentar sobrevivir suspendidos no firmamento á vez que atoparnos noutra dimensión, agochados das catástrofes que ían asolar aquel mundo. Así que traballamos arreo durante máis de tres anos ata que logramos edifica-la nosa propia dimensión psíquica á que chamamos Gapsiq, en lembranza do lugar que tivemos que abandonar que era, á súa vez, unha copia do noso planeta orixinal.
Pasamos milenios no noso refuxio ata que un día un paxaro, inexplicablemente, chegou ó noso mundo, e entón soubemos que todo rematara. Mandamos unha expedición:
-Os grandes animais desapareceran, as inmensas árbores e plantas tamén. Agromou de novo a vida pera nada é xa coma antes.
Usámo-lo túnel mental que nos conduciría á entrada situada na costa, na efixie do Mestre Supremo, que permaneceu inalterable durante todo o tempo.
E comezamos de novo, dirixímonos cara ó Norte na procura dun sitio, tamén preto do mar, e polo camiño iamos construíndo Portas Mentais como fixeramos noutrora; ata que un día albiscamos unha praia que polas súas características chamamos LAXE (estendida). Decidimos asentarnos alí.
Explorámo-la zona e seguirmos a construír Portas Mentais, cada vez máis perfeccionadas; pensabamos enche-lo país con elas. Cantas máis fixésemos, mellor, xa que medrarían as nosas posibilidades de comunicación co resto dos mundos existentes. Seguíamos un sistemas de triángulos para a división da área total a explorar, co fin de ir enchendo a totalidade do territorio.
Cando chegabamos a unha montaña que nos impedía o paso escavabamos nela, construíndo unha inmensa rede de labirintos e covas. Logo quedabamos unha tempada na zona para, ó fin, continua-lo noso movemento (circular e en zigzag ó tempo). Sempre contra o Norte. Sempre incansables e practicamente inmortais por mor da nosa particular constitución bio-psiquíco-enerxética, que nos permitía tanto trocar de forma externa como sobrevivir tan só coa nosa propia forza mental, e polo tanto inmaterial e eterna.
Seguindo o noso plan abandonamos aquela praia e continuámo-lo noso vagar, ata que chegamos a un anaco de terra que era case unha illa, ó que chamamos Cruña: C é a partícula que no noso idioma significa non totalmente, ruña é illa. Alí decidimos, non só construír Portas Mentais exteriores, senón tamén fabricar un certo número no interior da terra, protexéndoas cun escudo psíquico, como a que descubriches. Neste territorio erguemos outro condensador de enerxía, desta vez en forma de torre, na parte máis saínte de Cruña. En cada lugar fariámolo de xeito diferente, co fin de preservalos da curiosidade dos profanos, dos non iniciados nos misterios da nosa civilización.
Malia isto a Torre destruírona un grupo de guerreiros que se facían chamar romanos: chegaron un bo día e o noso Gran Druiga daqueles tempos, Xerión, tentou facerlles comprender que podíamos vivir todos en paz; pero eles, pobo ambicioso queríano todo, non desexaban compartir nada con ninguén. Cos romanos andaba un dos nosos; conseguira sobrevivir entre eles e pertencía a un dos pobos do mar, encargáranlle explora-lo mundo de arriba: o seu nome era Hércules.
Trazamos un plan para facer crer ós romanos que nos venceran: Xerión loitaría con Hércules en combate singular e se deixaría ganar; logo, para convencelos da súa destrución, debería desmembra-lo corpo do noso Gran Druiga e desfacerse del. Lembra que falei da nosa inmortalidade, que tamén podiamos sobrevivir en forma de enerxía intanxible, por iso Hércules levaría no seu cinto un pequeno frasco no que Xerión podería permanecer ata que nós lle fabricásemos outra envoltura material. O plan seguiuse á perfección. Os romanos, despois de vencer, esixiron que a Torre fose destruída, a cabeza e as tibias de Xerión servirían de alicerces a outra torre que amosaría á posteridade a epopea que fixeran; o seu orgullo de conquistadores deu orixe á falsa lenda do noso goberno de maldade.
E seguimos camiñando e construíndo ata finaliza-lo ciclo e atoparnos no Punto Central de Concentración de Forzas, o sitio común a tódolos triángulos formados polas Portas Mentais. Dispersámonos por toda a xeografía, agochándonos nas dimensións que crearamos. Nós escollemos Cruña e dende eses tempos habitamos aquí.
-Gustaríame saber da vosa historia. ¿Endexamais atopou ninguén as vosas entradas mentais?
-¡Endexamais! –respondeu Ardigas de forma tallante; vacilou durante uns segundos –aínda que houbo unha vez...
-¿Que ocorreu, podes contarmo?
-Por suposto. Mentres os romanos estiveron en Galicia moitos dos nosos, xa llo dixen, conviviron con eles e, adaptándose ós seus costumes conservaron tamén as nosas. Decatáronse das diversas supersticións que guiaban as súas vidas. Convertéronse en magos, astrólogos, adiviños..., e foron famosos pola súa infalibilidade. Foi a época de maior gloria, pois grazas á influencia que exercemos neles fixéronse grandes obras, necesarias para o progreso, tanto material como espiritual, das persoas que aturaban o seu mando. E mesmo entre os romanos houbo iniciados de gran poder que nos axudaron a consegui-los nosos propósitos. Pasaron os séculos e chegou a era da intolerancia, a época da caza de bruxas e os seus secuaces, como chamaron a este período as mentes ignorantes e pechadas ó coñecemento. Tivemos que agocharnos de novo. Un día en que un iniciado  volvía dunha reunión, onde se lle deran instrucións para un novo plan de progreso, alguén viu que saía de onde se supoñía non podía haber entrada ningunha: dun muro de pedra. Acusouno de bruxo; non puido atura-las torturas e confesou todo. Queimárono e o muro foi derrubado. Houbo unha auténtica histeria colectiva e moita xente foi condenada á fogueira inxustamente, a meirande parte por envexas e celos estúpidos, aínda que tamén caeron algúns dos nosos.
Entón desaparecemos como comunidade do mundo de Arriba; individualmente sempre permaneceron nel algúns gapsiquiáns.
Árabes, italianos, franceses, ingleses, chineses... dende a grande urbe ata a selva e o deserto, todos beneficiáronse co noso contacto. Endexamais buscámo-lo poder político senón axudar ó progreso cos medios dispoñibles en cada caso concreto. Cando alguén tentaba describi-las experiencias vividas connosco pensaban que era un tolo ou un argalleiro.
Dende o tempo que chamades o século XIX utilizámo-los soños para entrar en contacto con persoas sensibles respecto á nosa forma de pensar e sentir.
Como terás comprendido os gapsiquiáns case non falamos, comunicámonos por mor da telepatía; e as ensinanzas facémolas do mesmo xeito: mentres durmimos.
É o que faremos ti e máis eu agora, deita no chan como fixeches antes, eu estarei vixiando o teu soño esta primeira vez para que non che ocorra ningunha contrariedade e, mentres, aprendereiche os segredos. Debido a auga do pozo que bebiches, antes de atopar a Brains, os coñecementos que adquiras a partir deste instante lembraraos sempre, tantas veces como cumpra. Non os esquecerás xamais. Cando remate esta etapa terá lugar a Cerimonia da Túnica Onírica.
Non ben rematara de pronunciar estas palabras caín nun fondo sopor...
Cando espertei dixen punto por punto, palabra por palabra, todo o que Ardigas falara mentres durou o meu sono, técnicas secretas que non podo revelar.
-Queda no centro, os Cinco Psico-Druigas, membros da Primeira Estrela, e os seus iniciados están a piques de chegar.
E de cada unha das cinco puntas da habitación comezaron a saír gapsiquiáns, homes e mulleres, que se espallaron ó redor do pentágono. Unha muller, vestida do mesmo xeito que Ardigas, levaba nas mans unha túnica de cor branca; poñéndose diante de min despregouna: nela imprimiran unha chea de pentágonos e espirais. Ó cabo duns minutos de completo silencio a muller comezou a falar:
-Chámome Atlaui. Son a túa madriña, a encargada de confecciona-la Túnica Onírica que vestirás ata o final da túa etapa iniciática. Agora debes desposuírte de toda influencia negativa pasada e deixar ó descuberto a pureza dos teus sentimentos; por iso imos espirte fisicamente co fin de face-lo mesmo coa túa mente, para que dese xeito renazas na nosa comunidade e cunha nova conciencia que fará posible que percibas as cousas e os seres dende unha perspectiva diferente. Amigos, a cerimonia vai comezar. Cando rematemos deberás escoller un nome en consonancia coa situación que experimentes e que ti vas crear.
Atlaui e o resto dos psico-druigas, a excepción de Ardigas que volvera a ocupa-lo seu lugar na butaca de granito vermello, achegáronse e comezaron a espirme: pantalóns, camiseta, roupa de baixo e calzado deportivo amoreáronse nos brazos de Atlaui. Cada vez que unha das prendas lle era entregada, recitaban a seguinte fórmula:

¡Madriña do futuro ser! Encomendámoste a tarefa de
purificala coas artes que só ti coñeces; dado que
el renacerá, a súa segunda pel debe segui-lo mesmo
camiño, pois todo vínculo co pasado
foi esnaquizado. Destrúea e que renaza das súas
cinzas, coa mesma forma pero distinta esencia.

Eu permanecera deitado en todo momento. A miña madriña ordenou ¡érguete!, achegouse e vestiume coa túnica. Entón Ardigas tamén veu cara a min; entre os seis rodeáronme, formando un círculo de corpos no que eu representaba o centro. Elevaron os seus brazos de tal xeito que as súas mans xuntáronse nun punto situado xusto enriba da miña cabeza. Un aire frío inmobilizábame pouco a pouco, a modo de venda invisible, dende os pés ata o derradeiro pelo do meu cranio. Invadía todo o meu corpo e notaba que o máis pequeno recuncho da miña anatomía entraba nun doce letargo. De súpeto o proceso inverteu e empecei a sentir calor, a notar como, de xeito gradual e dende o meu embigo, unha inmensa espiral apoderábase de min. As mans ceibáronse, a cerimonia finalizara.
Cada quen volveu ó lugar que abandonara ó iniciarse o rito da Túnica Onírica. Tan só un dos psico-druigas permaneceu en pé: corpulento, coa súa gran cabeleira rubia, ofrecía un aspecto impresionante. E deste xeito falou:
-O meu nome é Benikec e fun o mestre de Brains, o que manteño como axudante ata estes momentos; el posúe un nome que ti aínda tes que ganar por mor da Viaxe na Procura do Nome. El será o teu guía e compañeiro durante esta proba, derradeira da túa iniciación e a máis perigosa. ¡Achégate Brains! Rodea os ombreiros do teu amigo co brazo e que el faga o mesmo contigo.
Benikec estendeu os seus brazos contra nós formando desta maneira un cadrado, e dixo:
-Eu son o Gran Druiga da Esfinxe do Mestre Supremo. Polo poder que me confire o meu cargo uno os vosos destinos físicos e mentais co fin de forxar un ser onde antes erades dous: todo o que lle ocorra a un de vós se reflictárase noutro, todo o que pense ou senta calquera de ambos será experimentado polo outro. Por isto, debedes axudarvos en todo momento, para que non vos ocorra ningún contratempo nesta derradeira etapa da túa iniciación, SenNome, e podas finalizar con éxito a proba que fará que acáde-lo cargo de druiga, Brains.
Despois marchou á punta Este da Estrela (xa estaba empezando a fartar con tanto discurso; había que ter paciencia, non imaxinaba como remataría aquilo) e ocupou o seu lugar unha muller de cabelo negro coma o acibeche:
-Son Krunac, Druiga da Espiral. O camiño construído por min te levou ata nós. Só darvos un consello: cando fabriquedes mentalmente unha situación en espiral tede moito coidado ó rematala, pois se o facedes mal pode suceder que vos quededes atrapados nela para sempre. Sobre todo non debedes ter medo pois apampa a mente e conduce á perdición segura, pero si sede prudentes.
Tornou á punta Sur a druiga Krunac e substituína no centro un rapaz:
-O meu nome é Xan, acabo de regresar dunha Viaxe na Procura do Nome. Puntualizar ben tódolos detalles, ti sabes a que me refiro, Brains, pois xa pasaches por isto. Estiven a piques de quedar atrapado na Montaña porque creu un monstro con dúas personalidades e custou moito controla-la miña creación, estiven a piques de ser destruído por esa causa.
O fin falou ó meu mestre, Ardigas, e dixo:
-Comigo péchase o Pentágono. A partir deste momento debedes seguir sen outra axuda que as vosas propias forzas físicas e psíquicas. Vouvos dar as derradeiras instrucións: ti, SenNome, oriéntate cara ó Sur coa cabeza, e ti, Brains, cara ó Norte; os vosos corpos deben tocarse en todo momento. Cando esteades preparados comezade a relaxación, o resto do que tedes que facer xa o sabedes. Tede coidado.
Todos desapareceron polas puntas da Estrela. Nós quedamos sós na habitación: Brains lembroume os avisos dados ó principio do noso encontro, deitámonos no chan tal como nos mandaran. Comezamos a imaxinar unha historia que trataba do bosque interior.












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