martes, 20 de febrero de 2018

El ifrit manazas

El ifrit manazas

Mientras estaba en la tienda ordenando la mercancía llegó Hamid corriendo, sudoroso, a avisarme que la caravana con el género había llegado al fin a Bagdad. Rápidamente me encasqueté el turbante y salimos; era una gran noticia pues hacía una semana había corrido el rumor entre los mercaderes de que había sido atacada por los ladrones, al parecer había resultado falso, lo cual me alegraba sobre manera pues significaba que Yaser había podido llevar a buen fin mi encargo: conseguirme el diamante Arco Iris, una extraña piedra, casi mítica, de la que se había encaprichado mi prometida. La ansiedad daba alas a mis pies, y al poco llegamos a la explanada donde descansaba la caravana antes de entrar en la ciudad; era un bullir de gente saludándose e intercambiando información y géneros de todo tipo. Encontramos a Yaser debajo de un árbol, degustando una taza de té. En cuanto nos vio se levantó para recibirnos:
-¡¿Lo traes?!-le pregunté.
-Lo he encontrado, pero no he tenido el valor para hacerme con él.
-¡Maldito! ¡Con el mal genio que tiene la bella Malika, ya me veo siendo objeto de su lengua cortante y mordaz! ¡Mal amigo, confiaba en ti! -respondí enfurecido.
-Por favor, sentaos un momento y escuchadme, luego me dirás si he actuado correctamente o no.
 Aunque enfadado seguí su consejo, Yaser me había dado muestras a lo largo de los años de su fidelidad y buena disposición hacia mis asuntos, lo menos que podía hacer por él era escuchar su explicación, si habla creído conveniente no traerme el diamante tendría sus buenas razones, a pesar de que resultase un problema para mí.
-Escuchad bien mi historia: cuando hace un año salí de Bagdad, con la intención de llegar a las Montañas de la Tristeza y encontrar la fabulosa piedra que me habías pedido, pensé que sería una empresa difícil, en el peor de los casos la piedra sería una fantasía, pero si realmente existía removería con mis propias manos las montañas con tal de hacer realidad tus deseos.
Llegué sin novedad a mi destino, me aprovisioné de comida y agua en un oasis cercano, cargué el camello, y después de despedirme de mis compañeros de viaje decidí ponerme en camino sin tardanza. A lo lejos se perfilaban las Montañas de la Tristeza; la gente las llamaba así porque cuando pasabas a su lado emitían un sonido semejante a un ser desconsolado que llora sin parar, nadie sabía qué producía aquel sonido y nadie tenía deseos de averiguar su origen. Cabalgué durante tres días con sus noches hasta que por fin llegué a la base de la más pequeña. Busqué una caverna o una sombra donde descansar, y cuando la encontré mi montura y yo nos echamos en el suelo, nada más hacerlo me quedé profundamente dormido.
No sé cuánto tiempo había pasado cuando algo me despertó, creí oír un débil gemido; resuelto a descubrir el misterio que guardaban las montañas arreglé mis ropas, empuñé mi gumia, até las patas del camello para que no escapase y comencé a andar por la oscura caverna. Debía llevar la buena dirección porque los gemidos los oía cada vez más claramente, hasta que llegué a una bifurcación, en uno de los túneles se veía luz; me introduje en el pasadizo caminando con precaución pues no sabía qué me podía encontrar, y entonces lo vi: era un ifrit, un genio, el que sentado con la cabeza baja lloraba y suspiraba, ver a un ser tan grande y fuerte sollozando como un niño me rompía el corazón, me acerqué a él y le dije:
-Yo soy Yaser de Bagdad, tú ¿quién eres y cuál es la pena que te aflige?
-Loado sea Alá-dijo el ifrit-tal vez puedas ayudarme, soy muy desgraciado, prométeme que si te cuento mi historia no te reirás de mí.
-¿Cómo podría haber un ser tan insensible que pudiese tomar a broma la desgracia? Si está en mi mano haré todo lo posible por mitigar tu pena.
Y entonces el ifrit viendo mi buena disposición hacia él dijo:
-Mi mal proviene de que hace mucho tiempo caí enfermo de amor a causa de la gran belleza de Mimona, la hija del rey de Ispahán, ella también me amaba, pero aun así quería probar hasta dónde llegaba mí adoración por ella y un buen día me dijo:
- “Abdelkader, sé que tu amor por mí es puro y profundo, pero me faltaría que hicieses algo prácticamente imposible para confirmarlo”.
-Me eché a temblar, aunque genio soy de los peores, y mis poderes siempre me han jugado malas pasadas, pero por Mimona haría cualquier cosa, ella continuó:
- “Sería tuya para siempre si eres capaz de conseguir para mí el diamante Arco Iris, que se encuentra escondido, según dicen los sabios, en lo más profundo de las Montañas de la Tristeza; esperaré tu vuelta con ansiedad, hasta cien años si es preciso, pero al cabo de ese tiempo si no has regresado entenderé que has dejado de amarme y me consideraré libre para unirme a otro hombre o genio de mi gusto.
-Para asegurarme que no me engañaría-dijo el ifrit-quise sumirla en un profundo sueño pero, como siempre, mis poderes fallaron, y en realidad torné su cuerpo en el de una camella.
No bien había pronunciada estas palabras Abdelkader se puso a llorar, por más que intenté consolarlo, lloró y lloró durante horas.

-Realmente es una historia singular, querido Yaser, la que me estás relatando.
-Déjame llegar al final y entonces verás por qué  no he podido hacerme con la fabulosa piedra. Cuando su llanto cesó el ifrit volvió su cara hacia mí y, viéndome apenado por sus cuitas, me dijo:
-Eres una buena persona, escucha, pues, mi historia: aunque convertida en camella mi  amada no había perdido su facultad de hablar, y enfadada me dijo:
"-¡Estúpido! tus locos celos me han dejado en este estado, devuélveme mi forma o te haré conocer mi furor-dijo Mimona en posición de atacarme a coces”.
-Intenté durante todo el día devolverla a su estado original pero no resultó, la convertí sucesivamente en piedra, serpiente, perra, gata, saltamontes, pez (y casi se ahoga), yegua, cabra, mula, rana, colibrí, águila, escorpión, hasta que, de repente, la volví semilla de sésamo. No había parado de llorar en todo el rato, pero no recordaba, debido en parte a mi gran pena, la fórmula mágica con corrección, así que, siendo tan pequeña la envolví en un pañuelo de seda y la guardé cerca de mi corazón.
Y diciendo esto desplegó ante mí, un hermoso pañuelo de la más fina seda y me mostró la semilla de sésamo, y el ifrit continuó hablándome:
-Si mis poderes funcionasen bien, no hubiera habido nada imposible que no pudiese llevar a cabo, podría haber recorrido días y años de distancia en tan sólo unas horas, mas como no era así tardamos tres años en llegar a estas montañas buscando el remedio a nuestros males, pues un anciano jerife del desierto, compadeciéndose de nosotros, nos había revelado la solución contra mí mala suerte con los sortilegios:

"-Me siento profundamente apenado por lo que me cuentas, mi padre, hace ya mucho tiempo, me narró la historia del diamante Arco Iris, una piedra fabulosa que hará realidad todos los deseos de quien la encuentre; hay que pasar multitud de peligros y privaciones, y si tus poderes funcionasen no te hubiese resultado difícil conseguirla, pero por lo que me dices estás casi al nivel humano, y aunque más fuerte y grande te costará hacerte con ella, nadie sabe el sitio en que realmente se encuentra, informaciones de lo más creíble dicen que en lo más profundo de las Montañas de la Tristeza".
Hacía allí encaminé mas pasos, cada vez que sentía en mi piel el pañuelo me ponía a llorar, y pasaba así días y días hasta que me serenaba. Por fin llegamos a aquí.

-¡Qué historia tan triste Yaser! es realmente digno de compasión ese pobre ifrit.
-¿Cómo pudiste ayudarle?-interrumpió Hamid-si la empresa le resultaba pesada a un ifrit... ¿cómo pudiste tú, siendo un simple mortal, prestarle auxilio?
-Entre otras cosas, porque yo no amaba a nadie y tenía la mente clara y serena; con ayuda de Alá, conseguiría que mis esfuerzos se viesen coronados por el éxito. Así que el ifrit acabó su relato le dije:

-¡Oh, Abdelkader! tu historia me ha conmovido, con la connivencia de Alá, (el Clemente, el Misericordioso), llevaremos a buen término la búsqueda de ese diamante. Ahora estoy cansado y me gustaría dormir unas horas, el sueño nos serenará y después veremos qué podemos hacer, permite que recoja mi camello que está a la entrada de esta cueva, y regresaré aquí contigo.
Y tal como se lo dije así lo.hice. Nos acomodamos lo mejor posible y pronto nos venció el sueño, y soñé: se me apareció mi abuelo, pero su aspecto no era el de un anciano sino el de un joven fuerte y robusto:
:
"Yaser, soy Noordin, el padre de tu padre, Alá, que conoce lo más recóndito del corazón de los hombres, ha mandado que me aparezca a ti; no me permiten decirte dónde se encuentra lo que buscas, pero tu clara inteligencia hará que logres tu propósito, sólo puedo comunicarte lo siguiente: cuando un ser gime y llora es porque algo le molesta, busca qué cosa está en la montaña que no debiera estar y habrás resuelto el problema”.
Diciendo esto la aparición se esfumó, me desperté, ya no pude conciliar el sueño, el resto de la noche la pasé dándole vueltas a lo que me había dicho mi abuelo. El ifrit se revolvía inquieto, decidí despertarlo:
-Abdelkader, amigo mío, encontraremos el diamante, salgamos en su busca y ten fe.
 Nos aprovisionamos para varios días y comenzamos a recorrer las montañas; la vegetación era escasa, algún arbusto aislado, piedras y más piedras y animales menudos que cuando nos veían o sentían nuestra presencia huían. Durante algún tiempo no encontramos nada de particular, un arroyo hizo que nos parásemos a beber, y entonces, cuando levanté la vista pude vislumbrar una luz centelleante encima de una roca, se la mostré al ifrit, decididos a no dejar el más leve resquicio por indagar nos encaminamos hacia allí. Al acercarnos vimos que era un pequeño plato de bronce, tan pulido que nuestros rostros se reflejaban en él; habíamos recorrido la mayor parte de la cordillera y era el primer objeto que entendíamos no tenía relación alguna con lo visto hasta ahora, sabíamos, además, que debido a lo inhóspito de estos parajes ningún hombre vivía allí. Se encontraba incrustado entre dos rocas. Tal vez ...

- ... aquella era la herida a la que se refería tu abuelo, ¿no Yaser?-interrumpí.

-Y efectivamente así fue; lo desincrusté de su lugar y vimos un cristal semejante a una perla, transparente y límpido, no lo toqué, y le pedí a Abdelkader que lo cogiese. En cuanto salió de la oscuridad en que lo habían sumido, sabe Alá por cuánto tiempo, comenzó a destellar en todas direcciones, esparciendo a su alrededor mil colores. El ifrit temblaba por la emoción, cogió su pañuelo, lo extendió en el suelo, acercó aquella piedra a la semilla de sésamo, y de su boca salieron unas palabras totalmente incomprensibles: la luz comenzó a expandirse, a crecer, hasta que su brillantez se hizo insoportable. Durante un tiempo, no sabría decirte cuánto, permanecimos deslumbrados, y cuando por fin nos decidimos a alzar la mirada vimos a una de las mujeres más hermosas que haya contemplado ningún hombre. El ifrit había recuperado a su amada, y le habían sido otorgados los poderes mágicos que nunca había logrado controlar.
Construyó allí mismo un palacio de innumerables habitaciones, y puso en él infinidad de sirvientes a las órdenes de su amada; viví con ellos durante seis meses, en los que me colmaron de atenciones y presentes, cuando decidí que el tiempo de mi estancia había sido el apropiado me dispuse a marchar y entonces Abdelkader me hizo el regalo más maravilloso de todos: esta bolsa llena de rubíes, que ahora, en compensación, te doy a ti, mi buen amigo.
-Tu historia ha sido sumamente bella Yaser, y comprendo tus razones, celebremos, pues, tu vuelta y sellemos con un banquete nuestra amistad.
-Que así sea.