martes, 9 de noviembre de 2021

LO SCHELETRO CHE BALLA di Jeffery Deaver - RECENSIONE

È la prima volta che leggo un libro di questo autore, ho visto il film con Denzel Washington e anche la serie TV sul romanzo Il collezionista di ossa. Ho sentito il parere di molte persone che dicevano che era uno scrittore geniale. A volte mi fido dei pareri altrui. Così ho trovato LO SCHELETRO CHE BALLA in un negozio dell'usato della mia città, Coruña (Galizia), e l'ho acquistato. 
Va bene. Ho cominciato a leggere con curiosità cercando di scoprire cosa c'era di straordinario nella maniera di scrivere e di raccontar una storia di Jeffery Deaver. Devo dire che l'inizio del libro mi è piaciuto: 

Quando Edward Carney salutò sua moglie Percey, non avrebbe mai immaginato che quella fosse l'ultima volta che la vedeva.

Benissimo! Ti mette subito nell'ambiente del romanzo. Ma poi, come succede al solito nei romanzi statotunitensi, cominciano a apparire sigle e più sigle incomprensibile per un lettore europeo e mi annoio. Continuo a leggere, sono tantissimi i pareri positivi che qualcosa di buono deve essere in questo autore. Ma non lo trovo: il personaggio principale è antipatico, cattivo, prepotente, maleducato, egoista; i personaggi secondarie o sono scemi oppure sono cretini. È chiaro, l'intelligenza del protagonista deve essere evidenziata a qualsiasi costo. Poi, c'è la donna innamorata cotta di questo protagonista, che prova gelosia nei confronti di una bella donna che fa la pilota.
Per quanto riguarda l'argomento è una trappola, voglio dire, l'autore gioca in maniera spregiudicata con il lettore, è la maniera degli scrittori USA di successo per far credere che sia un bravo scrittore: far credere a un lettore che il colpevole sia chi pensa lui all'inizio del libro per poi, negli ultime pagine, dare una svolta imbrogliona affinché il protagonista rimanga il più intelligenti tra tutti quelli che lo circondano allo stesso tempo che cerca lasciare stupito al lettore con la sua, falsa, padronanza nei libri thriller.



lunes, 8 de noviembre de 2021

DELITOS ESOTÉRICOS (La primera investigación de la comisaria Caterina Ruggeri) de Stefano Vignaroli - Primeras páginas

                                                   Verano de 1989. Frontera entre Nepal y la República Popular China.

Cuando los serpas llegaron a las cercanía del enésimo puente suspendido, en un inglés chapurreado, explicaron a las dos mujeres, que los habían contratado en Katmandú, que no irían más allá de aquel punto. A ellos no se les permitía desafiar a las deidades, tenían demasiado miedo. Ninguno de ellos se había aventurado jamás más allá del puente y quien, en el pasado, se había atrevido a hacerlo, nunca más había vuelto. Si las mujeres querían proseguir, lo harían por su cuenta y riesgo. Les dejarían lo indispensable para llevar a la espalda, en las mochilas, algunos víveres, una tabletas de chocolate, un camping gas y la ligera tienda iglú de dos plazas. Ellos se quedarían tres días, no más, esperándolas. El día era límpido, el aire enrarecido de los casi cuatro mil metros de altura daba al cielo un color azul intenso y las cimas de la montañas más altas de la Tierra desafiaban, con sus picos nevados, al mismo límpido cielo. Aurora y Larìs se habían puesto los cálidos anoraks de goretex, que hasta ahora las habían protegido de las imprevistas ráfagas de nieve, a las que se habían enfrentado a menudo durante los cinco días precedentes. Realmente, su meta no era la de probar la emoción de unas vacaciones extremas, sino la de llegar al Templo del Conocimiento y de la Regeneración, para conocer al Gran Patriarca. Podrían acceder al Saber Universal conservado en el templo y convertirse de esta manera en adeptas del nivel más alto de la secta. Ya sabían que, a partir de ese punto, deberían continuar solas, confiando en su intuición y en sus poderes. Si fallaban, si se equivocaban de camino, sería imposible salvarse. Sólo encontrarían la muerte entre las montañas. Aurora pagó lo pactado al jefe de los serpas diciéndole que, si quería, podía irse enseguida. Pero el hombre de rasgos asiáticos, que tenía el dominio de un lama, movió la cabeza y repitió:

―Tres días.

Calentó un té fuerte para las dos mujeres y las dejó, despidiéndolas con un gesto de la mano. La anciana y su joven amiga se pusieron las mochilas en la espalda y se aventuraron por el puente, suspendido sobre un abismo de por lo menos ochocientos metros de altura.

En Amazon

Ir a TRADUCCIONES