martes, 16 de marzo de 2021

La corona de bronce de Stefano Vignaroli - Primeras páginas

 
Bernardino había vuelto a abrir los ojos después de días y días de inconsciencia. A pesar de que su habitación estaba en penumbra fue deslumbrado por la luz y por el blanco resplandeciente del espacio en el que se encontraba. Una pequeña estancia, sin adornos, con las paredes blancas, sin cuadros, sin frescos en el techo, sin ni siquiera la compañía de una estantería con algunos libros. Creyó que había llegado al Paraíso pero los dolores lacerantes que advertía en todo su cuerpo le hicieron comprender que todavía estaba con vida. Al oírlo quejarse, una monja se le acercó y le llevó a los labios la taza de caldo de pollo que, hasta entonces, le había obligado a engullir a pesar del estado de inconsciencia. Aunque estaba frío Bernardino lo deglutió con avidez hasta que se atragantó y comenzó a toser. Pero volvió a coger el brazo de la monja, que le estaba apartando el precioso líquido, ya que sentía la garganta tan ardiente que pensaba que había salido de aquel infierno de llamas sólo unos pocos minutos antes. Y sin embargo había pasado casi un mes desde el día del incendio de su taller. 
Todavía estáis muy débil, amigo mío. Poquito a poco o tendremos un problema. El doctor me ha recomendado: pocos sorbos y a menudo. El doctor Serafino es alguien que sabe lo que hace, ¡de lo contrario a estas horas no estaríais entre nosotros! le dijo la monja con amabilidad pero con voz firme. 
El Cardenal, ha sido el Cardenal… intentó decir Bernardino, con la voz que sofocada por la tos. 
Sí, sí, ha sido el Cardenal Baldeschi el que ha querido curaros en este lugar, gracias a la intercesión de su querida sobrina1. Por desgracia el Cardenal ya no existe. Una desgracia, una horrible desgracia. El Cardenal ha sido asesinado por una de sus siervas, por lo que yo sé, una tal Mira. Lo ha hecho caer desde el balcón de su estudio, después de haberlo traspasado con un cuchillo muy afilado. Se dice que el Cardenal sorprendió a la muchacha mientras estaba robando en su estudio. Comenzaron una pelea entre los dos y el anciano se llevó la peor parte. Pero la sierva ha sido arrestada y pagará por su crimen. ¡Vaya si pagará! 
A pesar de los dolores Bernardino aferró la mano de la monja e hizo un esfuerzo sobrehumano para hablar. 
¿Me estáis diciendo que el Cardenal Artemio Baldeschi ha muerto? ¿De verdad? Pero… ¿cuánto tiempo ha pasado desde que perdí el conocimiento? Por como habláis no parecen hechos atribuibles a ayer o antes de ayer. ¿Qué ha sucedido con Lucia Baldeschi? ¡Por lo que me decís debe haberse quedado sola! 
Calmaos. Os lo he dicho, ¡no debéis hacer esfuerzos! Habéis pasado un mes en este lecho, preso de la fiebre, del delirio, de sueños que atenazaban vuestra alma y vuestro corazón. Mis hermanas y yo nos sentíamos desesperadas pensando si lo conseguiríais. Y en cambio, el Buen Dios, todavía no ha querido acogeros en su seno y aún estáis con nosotras. Haré llevar un mensaje a Lucia Baldeschi, advirtiéndole que habéis recobrado la consciencia. Se pondrá muy contenta y seguramente os vendrá a visitar en los próximos días. 
Hermana, mandad que la llamen enseguida. El Palazzo Baldeschi está enfrente, en esta misma plaza, ¡incluso puedo vislumbrarlo desde la ventana! 
La monja sonrió y apartó la mano, todavía retenida por la de Bernardino. 
Por su seguridad, la Señora se ha retirado a la residencia de campo de la familia, cerca de Monsano, junto con sus hijas y sus preceptores. El Papa ya ha procedido a nombrar un nuevo Cardenal que está a punto de llegar desde Roma. Debido a que no sé sabe cuáles son sus intenciones, la Condesa Lucia prefirió mantenerse alejada de la ciudad, por el momento. ¡Considerad que Jesi va a la deriva! Ya no tenemos ni autoridad civil, ni religiosa, y podríamos ser una presa fácil para los enemigos, tanto internos como externos. Por lo tanto, creo que es sabia la decisión de la noble dama, a fin de protegerse y de amparar a sus hijas. No debemos olvidar que su prometido, Andrea, está todavía por ahí y podría llegar de un momento a otro para reclamar su puesto de Capitano del Popolo, así como la mano de la noble Baldeschi. 
Después de todo, tiene todo el derecho. El título de Capitano del Popolo le pertenece y en las venas de la pequeña Laura corre su sangre ―dijo Bernardino con la voz que comenzaba a aclararse. 
¿Hace poco que os habéis recuperado y ya no conseguís poner freno a esa maldita boca? ¡No digáis herejías! ¿No os ha llegado con escapar de las llamas una vez? ¿Queréis acabar de nuevo en ellas? ―replicó la monja con ironía yendo a cerrar las contraventanas para dejar la habitación a oscuras. ―Reposad, ahora, ¡lo necesitáis! 
Sólo una cosa, hermana. Tengo ganas de orinar. ¿Cómo puedo hacer? ¡No conseguiré levantarme de aquí! 
¿Cómo pensáis que habéis hecho todos estos días? Relajaos, permaneced tranquilo. Os hemos puesto un tubo flexible que canaliza directamente vuestros humores2 en un recipiente que hay debajo de la cama. 
Bernardino dejó escapar la orina asombrándose de cómo, en efecto, en la estancia flotaba un olor extraño, debido a las medicinas y a los emplastos que le habían aplicado sobre las quemaduras, pero no se advertía olor a excrementos en absoluto. ¡Y ya debía de haber pasado un mes desde que estaba acostado en la cama! 
Si bien no recordaba nada de los delirios y de los sueños de los días anteriores, a partir de ese momento el reposo de Bernardino fue constantemente agitado por pesadillas, por sueños y por visiones que a él mismo, en el duermevela, casi le costaba distinguirlos de la realidad. Ya se volvía a ver rodeado de llamas, ya se sentía protegido entre los dulces brazos de Lucia. Sólo ahora comprendió que había sido ella quien lo había socorrido, quien le había salvado la vida. La había visto claramente sobre él antes de perder el conocimiento. Y habría esperado verla a su lado en cuanto abriese los ojos. Pero cada vez que se volvía a despertar se encontraba en la misma habitación semi oscura, inerme, incapaz incluso de levantarse. La única presencia humana eran las hermanas, ya una, ya otra, que se alternaban en la cabecera de su cama, que se esforzaban por extender sobre él ungüentos y emplastos, e intentaban hacerle engullir el caldo habitual. Parecía que en aquel hospital no había otro tipo de alimento. Sólo una vez había percibido la presencia del médico a su lado, un hombre rudo, con espesos cabellos blancos y con una perilla del mismo color. Había acercado la oreja a su pecho y había sentenciado: 
Dentro de tres días probaremos a levantarle. A pesar de su edad este hombre es una roca. Tiene un corazón más resistente que el mío. Mañana podemos dejar que lo visite la noble Baldeschi. ¡Sólo unos minutos, hermana! No debemos fatigarlo. Una emoción demasiado fuerte podría ser fatal para él. 
El impresor volvió a caer dormido, también debido a las medicinas que le eran suministradas para aliviar el dolor. Y esta vez soñó que estaba de nuevo trabajando en su tipografía, completamente reconstruida y renovada, más hermosa que antes. Y soñó que le daba buenos consejos a la noble Señora, su amiga. Y soñó que la veía sobre el escaño del Capitano del Popolo, en la sala de los Migliori en el interior del Palazzo del Governo. Y soñó con las niñas, Anna y Laura, que jugaban y se perseguían en el parque de una lujosa residencia en el campo mientras que él las observaba como un abuelo cariñoso. 
Cuando, volviendo a la realidad de uno de sus innumerables y turbulentos sueños, se dio cuenta de que al lado de su cama estaba la noble Lucia, tuvo la impresión de que todos los dolores de repente hubiesen desaparecido y que estuviese recuperando las fuerzas. Tanto que consiguió levantarse un poco mientras Lucia, con un gesto amable más que caritativo, le colocó una almohada detrás de la espalda de manera que estuviese más a gusto, permitiéndole, al mismo tiempo, mantener aquella posición. 
¡Decidme que no sois un sueño, mi Señora! ―dijo Bernardino con la voz interrumpida por un ataque de tos. 
Sintió las manos de Lucia buscar una de las suyas para estrecharla, haciéndole sentir una sensación de calor inesperada, que infundió en él una nueva fuerza. Se levantó un poco más con la espalda, entre las protestas de la monja que amenazaba con interrumpir enseguida la visita. El gesto que dirigió Lucia a la cara de la hermana no fue percibido por Bernardino, pero el resultado fue evidente porque ésta se calló, es más, se fue de la habitación dejando a los dos amigos libres de hablar entre ellos. 
Soy feliz de que os estéis recuperando, Bernardino. No sabéis cuánto os necesito, en este momento, a vos y a vuestros consejos. El Cardenal ha muerto y en la ciudad la situación es realmente difícil. Parece ser que el Papa nos había enviado un nuevo obispo y la elección había caído sobre el anciano Cardenal Ghislieri, de origen jesino. Debería haberse hecho cargo tanto de la Iglesia como del Gobierno de la ciudad, pero… Nunca ha llegado a Jesi. 
¿Cómo es posible, si puede saberse? ―preguntó Bernardino con curiosidad. 
Por desgracia Leone X ha muerto de repente días atrás. 
¡Pero si sólo tenía cuarenta y seis años! 
Justo, muchos creen que fue envenenado. Giovanni de’ Medici estaba demasiado próximo a su familia, a los Señores de Firenze, para que la oligarquía eclesiástica lo continuase aceptando. Y ahora, a la espera de la elección del nuevo Papa, los Cardenales reunidos en cónclave en Roma están repartiéndose los territorios entre ellos. Parece ser que ha sido nombrado el Cardenal Jacobacci como legado de la Santa Sede en nuestra ciudad, sin perjuicio de los derechos y privilegios del Concejo3
Pero Jacobacci está ligado a la peor facción integrista de los Güelfos. 
Justo pero tampoco de este tal Jacobacci hemos visto ni siquiera su sombra en Jesi. Y mientras tanto la miseria, después del saco del año 1517, hace estragos en el campo y en las ciudades. Y parece ser que la peste haya llegado a Ancona ¡y no creo que tarde en llegar hasta nosotros! 
¡Escuchadme, Lucia! Tomad las riendas del gobierno de la ciudad. Tenéis todo el derecho. No tengáis miedo por el hecho de ser mujer. Movilizad a los nobles jesinos, estarán muy contentos de poderos ayudar. Y haced poner una corona sobre el león rampante representado en la fachada del Palazzo del Governo. Recordará a todos que Jesi es una ciudad Real y que se gobernará de manera independiente a la Iglesia. Si el Cardenal tarda en aparecer, peor para él. Cuando llegue se encargará de los asuntos religiosos mientras que el Gobierno Civil será del pueblo, como debe ser. 
¿Me estáis instigando a fomentar una rebelión? 
No, os estoy diciendo que debéis asumir vuestras responsabilidades. Y coger el puesto que os corresponde. ¡No hay otra solución!


1Nota del traductor: Recordemos que Lucia es sobrina nieta del Cardenal ya que la abuela de Lucia era la hermana de éste. Utilizamos sobrina por ser una palabra más corta.

2Nota del traductor: En el sentido de cada uno de los líquidos de un organismo vivo.

3Nota del traductor: En italiano, Comune. He decidido traducirla como Concejo, por ser una palabra menos moderna que la de ayuntamiento y que parece más acorde con la época en que se desarrolla la novela.


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ANNIBALE di Gianni Granzotto - RECENSIONE

 
Annibale fa parte della storia d’Italia e anche della Spagna, un episodio che quando studiavo non lo capì bene. Mi piacevano i nomi bizzarre come Amilcare, Asdrubale e Annibale ma mi annoiavo a morte con le guerre puniche. Non sapevo cosa significava questo nome, tante battaglie raccontate in maniera sintetica non prendevano nella mia immaginazione. Certo, l’unica parte che rimassi nel mio cervello fu quella degli elefanti. Per me, nel periodo scolastico Annibale era un episodio di cui aveva che sapere alcune cose e che si poteva dimenticare subito dopo aver fatto l’esame. 
Forse è stata questa mancanza che mi attirò ad acquistare il libro come un regalo di Natale a me stessa. Lì rimase, sul tavolo: c’erano altre letture che mi attendevano. 
Mi piacciono i romanzi, ogni tanto leggo un saggio. Era da molto tempo che non lo faceva ma leggere un libro di Annibale scritto da un italiano, Gianni Granzotto, potesse fare che capisci la storia di questo grande guerriero? Non poteva essere di un altro modo: capì la storia di Annibale e sono contenta di averla letto. 
Sono consapevole che questo libro è stato scritto quaranta anni fa, che può darsi che sia un poco vecchio. Ma a me è piaciuto. Perché? Perché non è un libro scritto per storici, con un mucchio di date che non si sa cosa fare con esse; perché cerca di far capire al lettore la storia di un uomo eccezionale dall’infanzia fino alla sua morte attraverso non solo delle battaglie, del suo percorso militare. Si cerca di capire all’uomo attraverso le sue motivazione, quello che ha fatto di Annibale un genio della guerra e un personaggio di leggenda. 
Avrei potuto riempire questa recensione con un sacco di citazioni ma non lo farò. 

Per l’immaginazione infantile gli elefanti e gli Alpi vanno unite, ma quello che non si racconta nei libri di storia è la sofferenza sia degli animali sia degli uomini che furono i protagonisti di questo episodio così conosciuto, prima e poi di attraversare la montagna:

-il passo del Rodano: “Il Rodano è un fiume largo e rapido. Era necessario apprestar un ponte di passaggio molto solido, bene ancorato e resistente alle correnti. Poi c’era il problema più difficile, quello degli elefanti. Davanti all’acqua profonda si irrigidivano, non c’era verso di muoverli d’un passo”, scrisse Granzotto nella pagina 84. Ma Annibale è passione e anche immaginazione. E allora, cosa fa Annibale? 


Mise in acqua dei grandi zatteroni, accostati ai bordi erbosi della riva come ne fossero la naturale continuazione. Sulle zattere fece sparegere terra, foglie, qualche sasso; l’impressione era che non fossero elementi galleggianti, ma il terreno medesimo della sponda che sporgeva in avanti. Con quell’inganno gli elefanti si mossero (…) 

-il passo delle Alpi: Con le montagne non si scherza, soprattutto con quelle che sono tanto alte come queste che doveva attraversare Annibale, il suo esercito e… gli elefanti.

La strada cominciava a farsi scoscesa, si inerpicava con ripidi tornanti in un paesaggio sempre più solitario. Si doveva salire fino ai duemila metri, ed oltre, del passo: altitudini mai esperimentati da Annibale e dai suoi, tra nevi, nebbie e venti inquietanti (pagina 101). Immaginate la scena, così come l’ho fatto io, di guerrieri africani, che non hanno salito mai una montagna così alta, che non hanno provato il freddo della neve, dell’aria dell’alta montagna! E gli elefanti? La sofferenza di questi animali che abitano su una terra calorosa fu incredibile: 


L’unica compagni a rimanere intatta fu quella dei 37 elefanti. Non se ne perse uno in tutto il viaggio. Erano senza dubbio più forti e resistenti dei loro compagni di traversata. Ma arrivarono lividi (…); lividi e ottenebrati, più dell’altitudine e dal freddo che dalla fatica. Ansimavano da far spavento. Un elefante a duemila metri è un fatto contro natura. Deve trascinarsi dietro le sue cinque tonnellate di peso, e lo sforzo polmonare, la stretta del cuore diventano terribili anche per un gigante; soprattutto per un gigante. (…) Prima che l’anno finisse gli elefanti morirono tutti, appena arrivati alla pianura e all’inverno (pagina 103). 

Questa maniera di scrivere di Gianni Granzotto fu la colpevole di farmi continuare a leggere fino all’ultima pagina. Il suo stile, tra il romanzo, il saggio e il giornalismo, è fluido, fa interessare al lettore sia nella descrizione delle battaglie sia nella descrizione della maniera di agire del grande generale cartaginese. Un uomo testardo nel suo odio a Roma, un odio alimentato da suo padre dal momento in cui gli fece giurare, con nove anni, che sempre lotterebbe contro i romani. 
Il libro ne vale la pena leggerlo, sia per imparare di più su un argomento così interessante (come è successo a me), sia per ricordare la figura di un uomo che durante più di quindici anni cercò di essere fedele al padre Amilcare. 
Ma Annibale non era soltanto un guerriero, era un uomo geniale che “riuscì anche a riordinare le finanze di Cartagine (…). Fece riscuotere tutte le imposte arretrate (…) .Istituì organi di controllo sugli affari di guerra” dice l’autore nella pagina 299. Quindi, era anche un valido amministratore nella pace e non solo. Dopo questo periodo di pace, rimase in disparte per tre anni ritornando ai possedimenti di famiglia ad Adrumeto. Durante tre anni si mise a piantare olivi, trasformando il terreno che prima era stato dedicato a grano. Anche in questo il genio di Annibale è palese: riuscì anche a portare con grande successo questa impresa. 
Sia come uomo di guerra che come uomo di pace il genio di Annibale rimarrà per sempre nella Storia. Forse un genio un po’ pazzo, molto passionale, ma un genio alla fine. 
Gianni Granzotto, col suo libro, mi ha fatto sognare un’altra volta come se fossi una ragazzina che ha tra le sue mani un libro di avventure, ma raccontate in maniera così egregia di farmi amare un’altra volta la Storia antica, quella che è la base di quello che siamo adesso. 
Finisco con delle parole dell’autore sulla Storia:

Annibale siamo noi, duemila anni fa. La sua storia è la nostra storia. E il ricordo che riusciamo a decifrane è, in sostanza, un ricordo di noi stessi.